Reciba nuestro boletín gratis

Coronavirus

EDUARDO MUNOZALVAREZ/VIEWPRESS VIA GETTY IMAGES

Coronavirus, declaraciones de guerra y usted

JERUSALÉN - 9 DE MARZO

Si su vida aún no ha cambiado como resultado de la rápida propagación del coronavirus, probablemente cambiará pronto.

Mientras escribo, sólo hay unos 35 casos activos aquí en Israel. Sin embargo, ese pequeño número ha llevado a la cuarentena preventiva de unos 80.000 israelíes, lo cual es un número sorprendente que indica las estrictas medidas de Israel para frenar la propagación. Pero “retrasarla” es todo lo que Israel está intentando hacer. Las autoridades saben que es imposible detenerla.

Aún no me han puesto en cuarentena, pero he estado cerca.

Todos los días visito el sitio web del Ministerio de Salud de Israel para ver si (sin saberlo) me he cruzado con alguien que tiene el virus.

Resulta que cuando caminé en lugar de tomar el autobús la semana pasada, pude haber evitado una posible interacción con algún portador. Luego, evité otra cuando mi familia compró en el supermercado local un jueves en vez de un miércoles. Y otra vez cuando mi esposa y yo nos seguimos de largo al pasar frente a uno de nuestros cafés favoritos, en vez de entrar a tomar un café con leche.

Estando en mis treintas, me encuentro fuera de la edad de peligro asociada con el contagio, así que no estoy demasiado preocupado acerca de contraer el virus.

Sin embargo, tener que retroceder en el tiempo para ver si he estado expuesto, intentar recuperar el dinero de un vuelo cancelado, dar una mirada sospechosa cuando alguien estornuda en el autobús, e incluso en la tienda preguntarme si debería poner unas latas extra de frijoles cocinados en el carrito, son todas experiencias nuevas para mí.

De hecho, son efectos fortuitos difícilmente dignos de mención comparados con los que sí tienen la enfermedad, o han muerto a causa de ella.

Sin embargo, vale la pena considerar estos cambios porque no puedo recordar un momento en el que algo tan completamente fuera de mí control haya afectado la rutina, los planes, los procesos de pensamiento y, potencialmente, el bienestar de mi familia.

Y quizá, dado el alcance extenso del virus, éste también ha impactado su vida.

Vale la pena considerar además que si mi vida ha sido impactada por 35 personas de un país de 8 millones de personas que tienen un virus relativamente débil pero contagioso, ¿qué pasaría si el coronavirus fuera más peligroso, más contagioso o más potente?

¿Qué pasaría si contraer una enfermedad de ese tipo fuera realmente un riesgo para mi vida? ¿Cómo se vería afectada mi rutina diaria? Más importante aún, ¿cómo podría yo proteger a mi familia?

¿Cómo podría usted proteger la suya?

Algunos tienen la esperanza de que la pandemia del coronavirus produzca una respuesta global unificada para hacerle frente a la enfermedad; que la angustia conjunta anime a las naciones a unirse en el espíritu de “la fraternidad humana”. Si esto sucede a corto plazo, será motivado puramente por el deseo de cuidar a los nuestros en vez de cuidar a los demás.

Si usted está en las redes sociales, sin duda ha sido testigo de imágenes de desesperación en las que personas en los supermercados con carros de compras llenos se pelean por el último paquete de papel higiénico (es verdad, papel higiénico).

Podemos reírnos de tal escena o menear nuestra cabeza, pero si la situación se complica, nuestra propia naturaleza humana probablemente actuará de la misma manera.

Y la política internacional no es muy diferente.

Para aquellos que esperan que las naciones se unan para hacer frente a las crisis mundiales, considere lo que sucedió hoy.

En pocos segundos, el precio del petróleo cayó casi un 30 por ciento, su mayor caída desde la primera Guerra del Golfo en 1991.

Éste no fue el resultado de un ataque iraní a la infraestructura petrolera o el estallido de otra guerra en el Oriente Medio. Fue completamente auto inducido; sencillamente la versión internacional de dos damas peleando por el papel higiénico en los supermercados.

Esto fue lo que pasó.

La demanda mundial de petróleo ha disminuido, en gran parte debido al coronavirus. Mientras las naciones productoras de petróleo intentaban mitigar las pérdidas, Arabia Saudí y sus aliados del Golfo estaban negociando con Rusia para asegurar que todos parejamente redujeran su producción, lo que habría preservado el precio para todos.

Pero Rusia no estaba de acuerdo. Ayer el presidente ruso Vladimir Putin dijo: “Quiero recalcar que para el presupuesto ruso, para nuestra economía, el nivel actual de los precios del petróleo es aceptable”.

Pero Arabia Saudí no aceptó esa respuesta y aumentó su propia producción a 2 millones de barriles por día. Además de eso, también redujo su precio de venta a China y otras naciones asiáticas.

¡Puso más petróleo en el mercado y lo hizo aún más barato!

“La estrategia saudí no fue ningún cañonazo de advertencia dirigido a la resistencia de Rusia a ampliar e impulsar un acuerdo para frenar la producción”, escribió Clyde Russell para Reuters. “Sino que fue una patente declaración de guerra”. Russell comparó la estrategia de Arabia Saudita con la detonación de “un arma nuclear metafórica, en el mercado mundial del petróleo”.

Arabia Saudí está perjudicando su propia economía al vender petróleo a un precio muy inferior al costo, a fin de hacer bajar los precios del petróleo en otros lugares.

En efecto, si Putin no quiere bajar el precio del petróleo de Rusia, Arabia Saudí se lo bajará a la fuerza. Y al mismo tiempo derribará el mercado mundial del petróleo.

Éste es un ejemplo de la respuesta internacional al coronavirus: “¡Una declaración de guerra!”

¿Dónde quedó la “fraternidad humana”?

Claramente, presenciar tales escenas en el ámbito internacional, o incluso en nuestros supermercados locales, no proporciona mucha esperanza para una reacción unificada contra el virus.

Tampoco es un buen augurio para los futuros problemas mundiales en el horizonte.

Dado que nuestras vidas están siendo impactadas por algo como el coronavirus, ¿qué pasará cuando nos lleguen problemas más severos?

La Biblia habla de un tiempo que se avecina en el que los contagios violentos, a menudo denominados pestilencia, se extenderán por todo el mundo, algo parecido a lo que vemos con el coronavirus.

De hecho, el jefe editor de la Trompeta, Gerald Flurry, escribió recientemente que en este momento Dios está preparando el tiempo y la ferocidad de estas plagas. (Por favor, tómese un tiempo para leer su artículo de portada “Coronavirus and Other Modern Plagues in Prophecy” en la última revista Trumpet en www.theTrumpet.com en inglés). [Disponible muy pronto en español, en www.laTrompeta.es: “El coronavirus y otras plagas modernas en la profecía”]

Para muchos, puede parecer extraño que un Dios amoroso envíe tales plagas sobre Su propia creación. Pero Dios siempre está tratando de llamar nuestra atención para guiarnos hacia Su camino de felicidad.

Incluso en tales plagas hay esperanza. Como el Sr. Flurry escribió:

[Dios] no está destruyendo indiscriminadamente: Él está castigando el mundo con amor y en medida para ayudar a la humanidad a cambiar de los caminos de destrucción al camino de la verdad y la paz. Dios permitirá que las enfermedades y otras aflicciones (...) afecten a la humanidad justamente en el grado necesario para ayudarla a arrepentirse; ni más, ni menos.

La profecía bíblica nos dice que tales plagas definitivamente se volverán más severas a medida que pase el tiempo. Tal vez Dios ha permitido que esta pandemia relativamente débil se extienda por todo el mundo, porque es el grado de corrección preciso que alguien necesita para volverse hacia Él.

¿Podría ese alguien ser usted?

Por favor lea cuanto antes posible el artículo: “El coronavirus y otras plagas modernas en la profecía”, en www.laTrompeta.es [disponible en español el viernes 20 de marzo de 2020]. 

Boletín, AD