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Cómo no criar a un terrorista
Los hijos de Hamás no tienen ninguna posibilidad. Las escuelas a las que asisten llevan el nombre de terroristas. Las clases que reciben deslegitiman a Israel y deshumanizan a los judíos. Sus padres y profesores glorifican la violencia y alimentan sus aspiraciones a la yihad y el martirio. Los monitores de sus campamentos de verano les dan pistolas de juguete a los 6 años, y luego los entrenan en el uso de armas y tácticas militares cuando son adolescentes.
Esto es lo que convierte a un ser humano en un terrorista dispuesto a decapitar a un bebé en su cuna. La sociedad palestina ha criado generaciones enteras que ven la barbarie como algo noble y el asesinato como un deber.
El gobierno israelí afirma que aproximadamente la mitad de los terroristas de Hamás son menores de 18 años. Vea a un estudiante de secundaria que usted conozca e imagíneselo habiendo sido educado y entrenado para entrar en la casa de alguien y disparar, apuñalar, violar o secuestrar a quien vea. La educación perversa produce monstruos.
La pesadilla de Gaza demuestra que sin una educación moral adecuada, la civilización muere.
La prueba se extiende mucho más allá de Gaza. Por todas partes vemos los grotescos efectos.
Tras el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre, ciudades y universidades de todo el mundo occidental se llenaron de manifestantes propalestinos y antiisraelíes. Algunos lucían imágenes que glorificaban a los parapentistas armados de Hamás que mataron a tiros a 260 asistentes a un festival de música. Algunos coreaban: “¡Gaseen a los judíos!”.
¿Qué han estado aprendiendo estas personas? En muchos casos, la misma propaganda llena de odio que está formando a los influenciables niños palestinos. Académicos palestinos radicalizados enseñan a nuestros estudiantes, forman organizaciones de “justicia social” en los campus e invitan a terroristas a impartir seminarios en las aulas. Y los graduados de estas alardeadas instituciones se convierten en líderes empresariales y políticos.
En términos más amplios, en nuestra sociedad amoral, las personas a las que no se les ha enseñado a respetar la propiedad y a amar al prójimo rompen vitrinas, saquean tiendas, incendian coches y edificios. Personas a las que no se les ha enseñado la bondad, la compasión y el carácter sagrado de la vida humana insultan, golpean, patean, incluso apuñalan, embisten o atacan a disparos a otros, a menudo por su raza, y luego proclaman, como los niños de Hamás, que ellos son las víctimas.
Dios es el único y verdadero Dador de la ley (Santiago 4:12). Sólo Él puede distinguir el bien del mal. Su ley define el pecado (Romanos 7:7). Cuando tratamos de establecer nuestras propias ideas en lugar de someternos a la justicia de Dios, nos metemos en serios problemas (Romanos 10:3). Mire a su alrededor: la sociedad ha descartado virtudes reales como la honestidad, la pureza, la empatía y la responsabilidad personal, y ha adoptado activamente falsificaciones como la equidad, la inclusión, el colectivismo y la justicia social. Luego las ha redefinido sin cesar para justificar la deshonestidad, la inmoralidad, el odio, la irresponsabilidad y cosas peores.
En lugar de acudir a Dios para que defina lo que está bien y lo que está mal y esforzarse por vivir de acuerdo con Su estándar, cada uno hace lo que bien le parece (Jueces 21:25).
Herbert W. Armstrong dijo sabiamente que el carácter recto comienza con el conocimiento correcto —reconocer el camino verdadero del falso— y luego someterse voluntariamente a Dios y hacer lo correcto incluso contra la tentación y el deseo propio de hacer lo contrario. Comienza con la educación.
¿Por qué un adulto se responsabiliza de sí mismo, gobierna sus emociones, controla su lujuria, respeta la propiedad, defiende la moral, honra a sus padres, respeta a la autoridad, trabaja duro cuando no quiere sacrificarse, defiende a los débiles, cumple con su deber y ama a su prójimo como a sí mismo? Por lo que le enseñaron. La moral es la parte más importante de la educación. El conocimiento sin una guía moral se desperdiciará o se utilizará para el mal.
“Cuando se trata de educar a los niños, todas las sociedades están a sólo 20 años de la barbarie”, escribió el Dr. Albert Siegel. “Veinte años es todo lo que tenemos para llevar a cabo la tarea de civilizar a los niños que nacen entre nosotros cada año. Estos salvajes no saben nada de nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra religión, nuestros valores, nuestras costumbres de relaciones interpersonales. (…) Hay que domar al bárbaro para que sobreviva la civilización”. Y en verdad, no se trata sólo de nuestros hijos: cada uno de nosotros lleva dentro una naturaleza humana salvaje, inspirada por Satanás, que debe ser educada y civilizada. La educación verdadera es la única base sobre la que se puede construir una sociedad buena y duradera.
Enseña las leyes de Dios a tus hijos y nietos, advirtió Moisés a los israelitas (Deuteronomio 4:9-10; 6:4-7; 11:18-21). Repítelas constantemente, ¡o las olvidarán! Y fíjese en la razón que da: “Para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que [el Eterno] juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra” (Deuteronomio 11:21). ¡Así es como se prospera como nación! La obediencia a este mandamiento unifica a las familias individuales en una sola nación bajo Dios. Si los padres de Israel hubieran seguido diligentemente este mandamiento, la nación nunca habría caído.
Dicho de otro modo, lo que usted aprende y lo que aprenden sus hijos es nada menos que una cuestión de seguridad nacional. Una sociedad que quiere sobrevivir necesita una verdadera educación moral.
La educación moral es una educación que salva la civilización. La enfermedad actual del mundo muestra la imperiosa necesidad de ella. La sociedad actual la descuida, pero no debemos hacerlo en nuestros hogares. A través de la instrucción familiar, los programas juveniles y las escuelas, la verdadera Iglesia de Dios está haciendo todo lo posible para inculcar la moralidad en la próxima generación. ¿Qué ocurre en su hogar? La educación moral no concuerda con la sociedad actual, pero es la base del Mundo de Mañana.
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