(THOMAS COLE)
Cayó la poderosa Roma—Estados Unidos está en su lecho de muerte
¿Por qué caen las grandes naciones o imperios? ¿Por qué caen las superpotencias? Es un hecho histórico que todos los imperios que han gobernado el mundo se han derrumbado. Pero ¿por qué?
Mucha gente está profundamente preocupada por el estado actual de la superpotencia estadounidense. Pero es fácil suponer que Estados Unidos nunca podría caer. Es un país tan poderoso, con vastos recursos, una tecnología magnífica y un ejército incomparable. Muchos estadounidenses parecen creer que el país puede sobrevivir indefinidamente a los abusos sin fin, a la corrupción desenfrenada y a la transformación radical de las instituciones fundacionales.
Pero eso es falso. La historia nos enseña mucho sobre el destino de EE UU.
Hay una causa para cada efecto. El gran historiador Edward Gibbon escribió sobre la caída del Imperio Romano, el mayor de todos los imperios del mundo. Si estudia la obra de Gibbon, ¡resulta obvio que EE UU va en la misma dirección! Se podría decir que Gran Bretaña, en su momento un imperio aún mayor que EE UU, ya ha avanzado aún más por ese camino.
En su obra maestra, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, Gibbon identificó cinco causas principales que contribuyeron a la caída del Imperio Romano: primero, la desintegración de la familia; segundo, el aumento de los impuestos; tercero, un ansia insaciable de placer; cuarto, una acumulación insostenible de armamento; quinto, la decadencia de la religión. Esta edición de la Trompeta examina estas cinco causas.
Uno de los más grandes historiadores de todos los tiempos explicó cómo y por qué cayó la antigua Roma. Las condiciones que rodearon a su caída, ¿no suenan inquietantemente parecidas a las que prevalecen hoy en EE UU y la Mancomunidad Británica?
La historia de Roma —su espectacular ascenso y dominio del mundo, y luego su largo declive y colapso final— ¡es una de las más apasionantes de la historia universal! Pero no es sólo una curiosidad histórica. Cuando se estudian los problemas a los que se enfrentaron y a los que sucumbieron los romanos, se reconocen muchas de las mismas crisis a las que se enfrentan hoy EE UU y Gran Bretaña.
¿Cuán grande fue Roma?
Hay muchos argumentos sobre todos los factores que provocaron la caída de Roma y cuán relevantes son las lecciones de esa historia. Aquí hay un factor que añade peso significativo a este estudio:
La verdad es que Dios profetizó el auge y la caída de Roma; y Dios profetizó el auge y la caída de EE UU y Gran Bretaña.
Sí, Dios predijo el épico ascenso del Imperio Romano con siglos de antelación. En los últimos años del siglo vii a. C., Dios le dio al rey Nabucodonosor del Imperio Babilónico una visión profética que predijo eventos en los milenios posteriores. Interpretada por el profeta Daniel y registrada en el segundo capítulo de su libro bíblico, la visión era de una estatua que representaba cuatro imperios gentiles sucesivos que gobernaban el mundo: comenzando con la Babilonia de Nabucodonosor, seguida por Medo-Persia, luego Greco-Macedonia, y finalmente Roma.
El Imperio Romano estaba simbolizado por las piernas de hierro de la estatua. Este imperio, explicó Daniel, “será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo” (Daniel 2:40). En aquella época, Roma era una monarquía de escasa influencia, gobernada por Tarquinio el Viejo. Había pocos indicios de que fuera a crecer hasta convertirse en el gigante militar del que habla Daniel, un poder que “desmenuzará y quebrantará todo”.
Esta escalofriante profecía fue ampliada por otra que Daniel pronunció más tarde, registrada en Daniel 7. Aquí se describe al mismo Imperio Romano como “la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies…” (versículo 7). Roma estaba todavía en su infancia, esperando entre bastidores. Los imperios persa y griego dominarían el mundo antes de que Roma estallara en todo su espantoso vigor militar.
Cuando el apóstol Juan escribió el libro de Apocalipsis a finales del primer siglo d. C., el Imperio Romano cumplía las descripciones de Daniel con asombrosa exactitud, dominando el mundo con imponente fuerza y brutalidad. Juan lo describió en estos términos simbólicos: “una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos (…) Y la bestia (…) era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como la boca de león…” (Apocalipsis 13:1-2). Con un liderazgo hábil, tácticas brillantes, innovaciones impresionantes, soldados bien entrenados y armados y una eficacia despiadada, el ejército de Roma fue capaz de aplastar a sus enemigos y extender las fronteras del imperio más que cualquier otra potencia anterior. Se ha dicho que no fue hasta unos 15 siglos después, bajo Napoleón Bonaparte, que el mundo produjo un ejército que rivalizara con el de la Roma imperial.
Además de sus logros militares y territoriales, Roma alcanzó una riqueza asombrosa, una arquitectura y una tecnología incomparables y una profunda y amplia influencia cultural. Y su dominio se prolongó siglo tras siglo.
Es comprensible que los romanos se creyeran invencibles. “Los orgullosos romanos se dejaron llevar por la creencia en la aparente ‘eternidad’ y superioridad de su sistema, en su larga cadena de éxitos militares y económicos raramente interrumpidos, como si el destino hubiera determinado que siempre saldrían victoriosos a pesar de los repetidos desafíos a su existencia”, dice en The Modern Romans [Los romanos modernos], un folleto producido por la imprenta del Ambassador College en 1971 bajo la atenta mirada de Herbert W. Armstrong.
Pero, como leerá en los artículos que siguen, había señales de alarma. Aquellos con ojos para ver podían reconocer la debilidad y la podredumbre económica, militar, cultural y moral. Sin embargo, la gran mayoría de los romanos se mostraban despreocupados, complacientes, ensimismados, distraídos, saciados de lujos, ciegos ante lo que realmente estaba ocurriendo.
“Cuando Séneca, el estadista romano, advirtió que Roma caería, la gente se burló. ‘¿Roma caerá?’ Podría perder algunas batallas, pero no el imperio. ‘Roma’, reflexionaba el ciudadano común que disfrutaba del apogeo del poder mundial ‘es inexpugnable’. Roma era el mundo; y el mundo era Roma” (ibíd.).
Pero entonces, ¡ocurrió lo impensable!
Dios levanta y derriba imperios
Como ya he dicho, hay una causa para cada efecto. La caída de un imperio nos proporciona lecciones específicas de las que podemos aprender y aplicar. Los errores que debilitaron al poderoso Imperio Romano pondrían en peligro a cualquier gran potencia.
Muchos analistas han estudiado los ciclos de nacimiento y muerte de los imperios, y todos ellos observan una secuencia similar que se repite a lo largo de la historia.
Sir John Glubb, que sirvió en la Primera Guerra Mundial y fue condecorado con la Cruz Militar, sostenía que los imperios atraviesan seis etapas, normalmente en el lapso de unos 250 años: 1) los pioneros: soportan privaciones y superan tremendos obstáculos, luego pasan a 2) conquistas: victorias militares y expansión, que conducen a 3) comercio: grandes empresas y creación de riqueza, que crea 4) abundancia: una fachada impresionante, tras la cual la codicia empieza a sustituir al deber y al servicio público; mientras tanto, la preparación militar es criticada y descuidada a medida que la atención se desplaza hacia 5) el intelecto: se da prioridad al debate y a la argumentación, al pensamiento más que a la acción, lo que da lugar a la división, y 6) la decadencia: caracterizada por el materialismo, la frivolidad, el bienestar gubernamental, la inmigración descontrolada y el debilitamiento de la religión. En ese punto, el imperio es víctima y muere a manos de una nueva raza de pioneros.
Como leerá en esta edición de la Trompeta, este ciclo se desarrolló a una escala espectacular en la antigua Roma.
Sus últimas etapas se desarrollan hoy en el mundo anglosajón.
“Una gran civilización no es conquistada desde fuera”, escribió el historiador Will Durant, “hasta que no se ha destruido a sí misma por dentro”.
Volviendo a la profecía de Apocalipsis 13, Juan predijo lo que sería de esta “bestia” romana: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte…” (versículo 3). Esta profecía no se cumplió hasta casi cuatro siglos después, cuando, en el año 476 d. C., el caudillo germánico Odoacro depuso a Rómulo Augusto, poniendo fin al imperio.
Las alturas que había alcanzado eran realmente asombrosas; ¡pero la poderosa e “inexpugnable” Roma cayó!
(Note que este versículo continúa diciendo que “su herida mortal fue sanada”. Esto se refiere a la Restauración Imperial de Justiniano menos de un siglo después. Puede leer acerca de esto en nuestro libro gratuito The Holy Roman Empire in Prophecy [El Sacro Imperio Romano en profecía; disponible en inglés]).
Dios profetizó el ascenso de Roma, y profetizó su caída. Hizo lo mismo en las páginas de la Biblia con respecto al ascenso y caída de Egipto, Babilonia, Persia, Greco-Macedonia y muchas más naciones e imperios poderosos. ¡Esta es una verdad asombrosa que usted necesita comprobar por sí mismo! La profecía cumplida es una prueba inspiradora del poder de Dios y de Su mano guiadora en los eventos mundiales.
Mientras reflexionaba sobre la visión de Nabucodonosor, Daniel dijo: “Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes…” (Daniel 2:20-21). ¡Él predice y luego dirige el curso de los imperios!
Dios Mismo dice a través del profeta Isaías: “… Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho, que digo: Mi consejo permanecerá…” (Isaías 46:9-10).
Este mismo Dios omnipotente predijo el surgimiento en los últimos siglos del gran Imperio Británico y de EE UU, la nación más poderosa de la historia. Puede leer esta apasionante historia, explicada a partir de la historia y de la Biblia, en el libro de Herbert W. Armstrong Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, que con gusto le enviaremos sin costo alguno.
Además, ¡el mismo Dios que profetizó la caída de Roma predijo el colapso tanto de Gran Bretaña como de EE UU! El libro del Sr. Armstrong explica esto con gran detalle. ¡Estas son profecías seguras de Dios!
La dolorosa muerte de los imperios
Dios tiene poder sobre estos grandes cambios de la historia. Sin embargo, Él no dirige arbitrariamente el ascenso y caída de los reyes, ni el establecimiento y caída de los imperios. Él observa y responde a las decisiones de la gente, y recompensa o castiga en función de la rectitud o maldad de sus acciones.
Como leerá en esta edición de la Trompeta, EE UU y Gran Bretaña están en el ocaso de su poder debido a los pecados de nuestros pueblos.
Herbert W. Armstrong escribió un artículo sobre este tema en la revista Plain Truth (La Pura Verdad) de febrero de 1956. “Cinco grandes vicios se están combinando para llevar a EE UU al colapso total”, escribió, “a una caída más grande que la de la antigua Roma, porque ahora somos más ricos, más poderosos que la antigua Roma, y cuanto más grandes son, más dura es su caída” (énfasis mío en todo el artículo).
El Sr. Armstrong escribió que, en cierto sentido, estos vicios estaban “encubiertos”, pero explicó: “Estos gigantescos vicios fatales no están ocultos en realidad, y sin embargo, no los vemos, porque no los reconocemos por lo que son. Somos totalmente inconscientes de lo que nos están haciendo”.
En esta edición especial de la Trompeta, examinamos en detalle cada una de estas causas. Indagamos en los detalles de la historia romana para ver qué contribuyó a la caída de este poderoso imperio. Luego vemos cómo la historia se repite en este tiempo del fin.
Es difícil imaginar el colapso de EE UU como potencia mundial. Pero en realidad estamos siguiendo el camino de Roma. Debemos tener la humildad, la perspectiva y la visión para reconocer nuestros problemas por lo que son, y despertar a lo que nos están haciendo y cómo nos están llevando a nuestra catastrófica caída.
La historia demuestra que la caída de los imperios ha resultado no sólo inevitable, sino también agónica. En su libro de 2010 Dismantling America (Desmantelando a Estados Unidos], Thomas Sowell escribió lo siguiente sobre los problemas a los que se enfrentaba entonces EE UU: “Ningún asunto ni ninguna administración en Washington han bastado para crear una tormenta perfecta para una gran nación que ha capeado muchas tormentas en sus más de dos siglos de existencia. Pero el Imperio Romano duró mucho más tiempo y capeó muchas tormentas en sus tiempos turbulentos; y aun así acabó colapsando por completo. Se calcula que pasaron mil años antes de que el estándar de vida en Europa volviera a alcanzar el nivel que había alcanzado en la época romana. El colapso de una civilización no es sólo la sustitución de gobernantes o instituciones por nuevos gobernantes y nuevas instituciones. Es la destrucción de toda una forma de vida y los dolorosos, y a veces patéticos, intentos de empezar a reconstruir entre las ruinas”.
Pero, afortunadamente, el proyecto de reconstrucción que comenzará tras el colapso de EE UU no se parece a ninguno anterior. Léalo en la profecía de Daniel sobre la imagen de Nabucodonosor: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).