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Buscando el mensaje del universo
Más de 1.000 personas de 17 países invirtieron decenas de millones de horas y 10.000 millones de dólares durante 25 años para crear el instrumento científico más elaborado de la historia. Después de ser lanzado desde un cohete el 25 de diciembre de 2021, el Telescopio Espacial James Webb emprendió un viaje de 30 días a un punto en el espacio a 1.500 millones de kilómetros de la Tierra, durante el cual desplegó su panel solar, su antena, las cinco membranas de poliimida del ancho de un cabello para su parasol del tamaño de una cancha de tenis, el espejo secundario y el enorme espejo primario de berilio de 6,5 metros. Si fallaba cualquiera de las decenas de complejas operaciones, habría condenado el proyecto al fracaso, sin embargo, se ejecutaron sin problemas. Si todas las operaciones restantes salen bien, el telescopio comenzará a enviar imágenes científicas a la Tierra a fines de marzo y estará completamente operativo en junio, mostrándonos luz infrarroja originada a miles de millones de años luz, exoplanetas y otras imágenes y datos, revelando más sobre el universo y su historia.
Las personas que crearon esta maravilla de la ingeniería tuvieron que estudiar intensamente y obedecer con precisión las leyes de la física y otras leyes científicas. Saben que cuanto mejor sigan esas leyes con exactitud y detalle, más éxito tendrán sus esfuerzos. Han pasado una generación construyendo este instrumento con el propósito de estudiar más de cerca las leyes y los hechos del universo.
Sin embargo, sorprendentemente, muchos de estos científicos se encuentran entre los más firmes creyentes de que no existe ningún Legislador, ningún Creador, ¡ningún Dios! Muchos creen que la ciencia y la religión están en desacuerdo entre sí. Esta creencia —esta fe intelectual— es ilógica, anticientífica y falsa.
En realidad, sin Dios ¡no habría ciencia!
Un universo ordenado
“En el corazón de toda ciencia se encuentra la convicción de que el universo es ordenado”. “La ciencia surgió sólo porque la doctrina del creador racional de un universo racional hizo plausible la investigación científica”. “Los hombres se volvieron científicos porque esperaban la ley en la naturaleza, y esperaban la ley en la naturaleza porque creían en un legislador”. “Esta idea absolutamente fundamental no vino de los griegos sino de miles de años antes en la Biblia hebrea, con su propuesta de que el universo estaba gobernado por un solo Dios en lugar de los caprichos de muchos dioses. La ciencia occidental surgió de la novedosa idea de que el universo era racional; y esa creencia nos fue dada por el Génesis, que estableció la proposición revolucionaria de que el universo tenía un Creador racional”. “El hecho de que existan reglas es una especie de milagro”.
Estas afirmaciones del matemático John Lennox, del historiador Rodney Stark, de los autores C.S. Lewis y Melanie Phillips, y del premio Nobel de electrodinámica cuántica Richard Feynman son racionales, lógicas e irrefutables.
Damos por sentado que el universo funciona según un gran mecanismo de relojería celestial de leyes inexorables y perfectas. Por eso construimos cosas como los telescopios espaciales, por ejemplo. Así es como los construimos. Este no sería el caso si no fuera por Dios, el Dios de la Biblia.
Gracias a la Biblia, reconocemos a Dios como un Creador con un poder creativo incomprensiblemente vasto y exquisito, pero que se interesa y ama a los seres humanos. Entendemos a Dios como un Ser racional de constancia, razón, orden y ley. Santiago 4:12 lo caracteriza como “el dador de la ley”. La Biblia muestra que Él es la fuente de la ley moral y espiritual, así como de las leyes físicas de conservación, mecánica, gravitación, relatividad, termodinámica, electromagnetismo, fotónica, mecánica cuántica y radiación.
Sin Dios y sin la Biblia, nuestra propia idea de un Creador sería totalmente diferente.
“El Dios en el que creo, ¡el Dios que sé que existe porque puedo probarlo!, es el Dios que creó todas las cosas”, escribió el fundador de La Pura Verdad, Herbert W. Armstrong. “Él es el Creador no sólo de la materia, sino también de la fuerza, de la energía, de todas las leyes que existen: las leyes de la química, de la física, leyes espirituales y físicas para regular la vida y la felicidad del hombre” (La Pura Verdad, febrero de 1986).
La mayoría de las personas en la historia antigua eran paganas. Creían en muchos dioses que vivían en un mundo espiritual. Veían luces moviéndose por los cielos y creían que eran dioses. Creían que todo en la Tierra estaba controlado por el poder y las voluntades a menudo caprichosas, inconsistentes y conflictivas de los dioses y, por lo tanto, todo era inherentemente irracional. Incluso los musulmanes, que creen en un dios general, creen que Alá hace lo que quiere cuando quiere en el momento y, por lo tanto, el universo es inherentemente irracional. Stark escribe que muchos eruditos musulmanes “sostenían que todos los esfuerzos por formular leyes naturales eran una blasfemia porque parecen negar la libertad de Alá para actuar. Así, las imágenes chinas, griegas y musulmanas de Dios y el universo desviaron los esfuerzos científicos”.
El patriarca Abraham veía los cielos de forma muy diferente. Debido a su relación con el Creador, aprendió que las luces que los hombres veían en el cielo nocturno se movían según un orden perfecto, establecido e inmutable. El movimiento del sol, la luna, los planetas, las estrellas y eventos como los eclipses seguían leyes, leyes tan precisas que podían ser registradas y predichas científicamente. Razonó con los observadores babilónicos que esas luces, por tanto, no podían ser dioses ejerciendo su propia voluntad, ¡sino luces creadas y controladas por la voluntad de un Dios verdadero, legítimo, ordenado y perfecto! Cada vez que mira el cielo nocturno, está viendo este hecho ineludible.
Ajuste fino
Los científicos modernos en Occidente son tristemente famosos por negar a Dios incluso cuando estudian leyes científicas que provienen todas de una sola fuente; aun cuando basan todo su pensamiento sobre la historia, el presente y el futuro de todo en el universo en el hecho de que el universo está lleno de leyes perfectas y a punto; incluso cuando hacen sus descubrimientos sobre los descubrimientos de científicos que sabían que las leyes científicas provenían del único Legislador.
“Sir Roger Penrose, profesor de matemáticas en Oxford, dice que el equilibrio de las leyes de la naturaleza es tan perfecto y tan poco probable que haya ocurrido por casualidad, que un Creador inteligente debe haberlas elegido. El filósofo Anthony Flew pasó de ser el ateo más reconocido de Gran Bretaña a un creyente religioso a través de una ‘peregrinación de la razón’. (…) Lo que encontró particularmente convincente fue la evidencia del ajuste fino del universo. A partir de esto, concluyó que las leyes que rigen el universo habían sido creadas para favorecer la vida y que todos los argumentos que intentan explicarlo son irremediablemente erróneos” (Melanie Phillips, The World Turned Upside Down [El mundo al revés]).
El científico Stephen Meyer describe el universo como algo que consiste de “tal nivel de ajuste fino inicial que ni la palabra ‘exquisito’ lo refleja adecuadamente. No conozco ni una palabra en inglés que haga justicia al tipo de precisión de la que estamos hablando” (Return of the God Hypothesis [Regreso de la hipótesis de Dios]).
Piense en una oficina y todo lo que hay en ella: muebles, archivadores, libros, papeles, equipos, clips para carpetas, grapas, etcétera. Hay un número infinito de formas en que todos esos objetos podrían amontonarse en esa habitación de manera desordenada, incluso caótica, pero sólo unas pocas representarían un orden funcional. Y esto último requeriría un esfuerzo deliberado por parte de alguien inteligente. Esto es cierto para casi todo: de todas las posibilidades que existen, casi todas son un caos. Muy, muy, muy pocas posibilidades son ordenadas.
Esto es espectacularmente cierto sobre el estado del universo, debido a los muchos factores necesarios para sustentar la vida avanzada. Si la carga de un electrón fuera ligeramente diferente, las estrellas no podrían quemar hidrógeno o helio, o no explotarían en absoluto. Muchas fuerzas y constantes físicas (la gravitación, la fuerza electromagnética, la fuerza nuclear fuerte, la constante cosmológica y otras) también deben ser así, individualmente y en relación entre sí, o la materia nunca se habría formado correctamente, o todo estaría oscuro y muerto, o el universo colapsaría sobre sí mismo. “Lo realmente sorprendente no es que la vida en la Tierra esté en equilibrio pendiendo de un hilo, sino que todo el universo está en equilibrio pendiendo de un hilo”, dijo el físico Paul Davies, “y sería un caos total si cualquiera de las ‘constantes’ naturales se desviara, aunque fuera ligeramente”.
Tratando de reducir a una probabilidad matemática que este universo ordenado, equilibrado, con sentido y que sustenta la vida se haya producido por casualidad, el físico de Oxford Sir Roger Penrose calculó que sería de 1 entre 10 elevado a la 10ª potencia y ésta elevada a la 123ª potencia. Ese desconcertante número contiene más ceros (cada uno de los cuales se multiplica por 10) que el número de partículas elementales de todo el universo.
Eso es más que imposible. Este orden vino de Dios —el Dios de la Biblia—.
Viendo lo invisible
“Dios dejó que Newton descubriera y nos revelara la ley de la gravedad”, escribió el Sr. Armstrong. “El hombre es capaz de descubrir muchas cosas por sí mismo. Esas cosas Dios las ha dejado para que el hombre las descubra por sí mismo. Pero ‘Lo desconocido’, lo que el hombre necesita saber, Dios lo ha revelado a través de la Biblia como fundamento del conocimiento” (La Pura Verdad, enero-febrero de 1947).
Sir Isaac Newton fue uno de los más grandes e influyentes matemáticos y científicos de todos los tiempos. ¿Estudió la Biblia? De hecho, el “padre de la física” escribió más sobre teología que sobre física. Newton quedó impresionado por Escrituras como Romanos 1:19-20: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”.
Las cosas invisibles de Él desde la creación del mundo se ven claramente. Mirando la Tierra, las plantas, los animales, la luna, el sol, las estrellas y la luz infrarroja de las galaxias lejanas, podemos ver lo invisible. Cuando vemos la complejidad, la variedad, la belleza, el arte, el poder, el alcance, el tamaño, la escala y la majestuosidad de la creación, ¡estamos viendo directamente “Su eterno poder y deidad”!
La creación revela mucho sobre la naturaleza y el plan de Dios, las ambiciones mismas de Dios.
Los hombres como Newton que engendraron la ciencia moderna abordaron sus estudios con esta perspectiva, con la Biblia en la mano. El sesgo anti-Dios en la ciencia moderna sólo se puso de moda en el siglo xix. Durante siglos anteriores, los científicos creían en Dios, y los más entendidos creían en el Dios de Abraham, el Dios de la Biblia. Pero hace unos 200 años, por vanidad intelectual, algunos adoptaron la premisa indemostrable de que no existe nada más que materia y energía, que todo en el universo puede explicarse simplemente como átomos chocando con átomos. Esta suposición completamente materialista llegó a dominar el pensamiento científico.
Los científicos materialistas asumieron que la materia y la energía eran eternas, y de este modo no se sintieron obligados a tratar de explicar de dónde procedían. Pero en las últimas generaciones, a medida que nos adentramos más en el espacio, se ha vuelto cada vez más irrefutable que la materia y la energía tuvieron un comienzo definido: un evento de creación. Una tras otra, las hipótesis ateas han resultado ser erróneas.
Meyer describe una conferencia de los mejores astrónomos en 1985. Uno de ellos “era ampliamente respetado como uno de los grandes astrónomos de observación del siglo xx. (…) También era muy conocido como agnóstico con una filosofía materialista de la ciencia. (…) Sin embargo, durante su charla no sólo describió las pruebas astronómicas del comienzo del universo; sino que sorprendió a muchos de sus colegas al anunciar una reciente conversión religiosa y explicar a continuación cómo las pruebas científicas de un ‘suceso de la creación’ habían contribuido a un profundo cambio en su visión del mundo. Recuerdo que miró fijamente al público y dijo gravemente: ‘Aquí hay pruebas de lo que sólo puede describirse como un suceso sobrenatural. (…) Creo que todos los científicos, en el nivel más profundo, están tan sorprendidos por lo que ven en la milagrosa conexión interna de las cosas en su campo (…) que al menos se han preguntado por qué es así” (óp. cit.; énfasis añadido).
Algunas de las personas más honestas, lógicas y científicas en el campo están admitiendo lo mismo. Pero muchos se niegan emocional e irracionalmente. Son como el ateo declarado Richard Dawkins, a quien le encantaba ridiculizar a los creacionistas. Cuando se le preguntó directamente sobre el adn y otras pruebas de un Creador en el documental de 2008 llamado Expelled, admitió que podrían ser pruebas de “algún tipo de diseñador”, pero en lugar de reconocer a Dios, propuso, con toda seriedad, la “intrigante posibilidad” de que la vida en la Tierra fuera sembrada aquí por una especie alienígena hiperinteligente. La cual, por supuesto, debe haber surgido por un proceso evolutivo de átomos que chocan con átomos.
Correcto. Tales personas dicen que hablan en nombre de la ciencia. ¡Y le ridiculizan a usted por creer en el Creador!
Los cielos declaran a Dios
Después del impecable lanzamiento del Telescopio Espacial James Webb, el administrador de la nasa, Bill Nelson, describió cómo este extraordinario proyecto continúa una búsqueda tan antigua como la humanidad misma: mirar a los cielos y buscar respuestas. Mencionó una época, hace milenios, cuando “un pastor que pastaba a sus ovejas miraba hacia el cielo nocturno. Se convirtió en poeta. Y escribió las palabras, Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Ese pastor, ese poeta, se convirtió en rey. Y esas palabras inmortales en el Salmo 19 resumen las expresiones que tenemos hoy —la obra de Dios— mientras miramos hacia atrás en el tiempo, hace más de 13.000 millones de años, [y] capturamos la luz desde el principio de la creación”.
El funcionario de más alto rango de la nasa reconoce al Creador detrás del universo. El Salmo 19 ha inspirado a astrónomos y a otros científicos durante siglos. Muchos de ellos vieron que la Biblia y la creación son dos medios compatibles por los que Dios habla a la humanidad. Cualquiera que estudie los cielos también debería ser capaz de reconocer Su obra. Muchos astrónomos todavía creen en un Creador.
¡Los cielos están declarando a Dios!
Dios diseñó a los seres humanos para que usáramos nuestras mentes para descubrir muchas de Sus leyes. Este nuevo telescopio espacial es un ejemplo emocionante. Pero el conocimiento fundamental, no sólo de la forma correcta de vivir y de nuestro propio propósito, sino incluso de la ciencia, tuvo que venir por revelación de Dios. Él reveló ese conocimiento a hombres como Abraham que creyeron en Él, directamente y a través de las páginas de la Biblia.
Ese mismo Creador hizo hermosas, constantes y vivificantes leyes de causa y efecto para el cuerpo y la mente humana. Esas mismas leyes del Creador traerán orden, armonía, felicidad y vida plena a su matrimonio, a su familia, a su propósito.
Pero el mismo espíritu irracional y anti-Dios que ha infectado la ciencia ha infectado la moral e incluso la religión, insistiendo en que, aunque la ley física es real, la ley espiritual es una construcción humana, y que no hay necesidad de aprender y obedecer las leyes perfectas de Dios.
¿Es realmente anticientífico reconocer que el universo declara la gloria de su Creador? ¿O es anticientífico no hacerlo?
EL INCREÍBLE POTENCIAL HUMANO
Este es el asombroso relato del verdadero mensaje evangélico de Jesucristo-y de cómo la dimensión faltante fue retenida y el mundo entero engañado.