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Bibi ha vuelto
Es común que los líderes electos concluyan el cargo dejando una nota personal en el escritorio para el líder entrante. Cuando Benjamin Netanyahu dejó la oficina de primer ministro de Israel a Naftali Bennett, su antiguo aliado que rompió una promesa de campaña y se puso del lado de sus oponentes con el propósito de destronarlo, dejó una nota así. En comparación con otras notas, era mucho más concisa, y mucho más profética: dos palabras en tinta azul, sobre un garabato de la bandera israelí.
“¡Ya vuelvo!”.
El 1 de noviembre de 2022, los israelíes acudieron a las urnas para su quinta elección en cuatro años. Los resultados de las cuatro anteriores no fueron concluyentes o produjeron coaliciones débiles que se disolvieron rápidamente. Esta vez, el bloque liderado por Netanyahu obtuvo una mayoría absoluta de 64 escaños de los 120 de la Knesset. Cuatro escaños pueden parecer una pequeña mayoría, pero en este momento en Israel equivale a una victoria rotunda.
Con esta mayoría de gobierno, Netanyahu tiene ahora la oportunidad de promulgar serias reformas que estabilicen y fortalezcan a Israel. ¿Cómo ha ocurrido? Más importante aún, ¿por qué ha ocurrido?
¿Un golpe de suerte?
Los 64 escaños obtenidos por la coalición de Netanyahu suponen un gran salto con respecto a los 52 que obtuvo en las elecciones anteriores. ¿Por qué? No se trata simplemente de una oleada de apoyo al hombre o a los valores conservadores y religiosos que representa.
No hay pruebas de que los votantes de izquierda se hayan pasado a la derecha durante esta elección. En cambio, estas elecciones han demostrado que Israel es un país dividido con ciudadanos ferozmente leales a su tribu. Tan vehemente es el odio de muchos hacia Netanyahu que, incluso después de que su lado ha fracasado repetidamente, no votarán por él. Por otro lado, los votantes del Likud creen que Netanyahu es un enviado de Dios que no puede hacer nada malo y votarán por su gobierno pase lo que pase, cinco veces en cuatro años si es necesario. Los votantes ultraortodoxos votan por los partidos ultraortodoxos. Los votantes árabes israelíes votan en gran medida por los partidos árabes.
Los políticos lo saben. Por lo tanto, sus campañas se enfocan menos en persuadir a los demás para que se unan a su lado que simplemente en lograr que la mayoría de las personas de su tribu vayan a votar. El líder que consiga persuadir a más seguidores para que renuncien a ir a la playa o a ver Netflix y vayan a votar tiene más posibilidades de ganar.
Sorprendentemente, después de tantas elecciones, el cansancio de los votantes no fue un factor: Más de 7 de cada 10 israelíes votaron en las elecciones del 1° de noviembre, un 4% más que en las anteriores. La diferencia es que la mayor parte de este aumento procedió de zonas con más votantes de derecha.
En total, en estas elecciones el campo de Netanyahu obtuvo 2,36 millones de votos, sólo 30.000 más que los 2,33 millones de la oposición. Entonces, ¿cómo es que esos 30.000 votos extras se han traducido en el gobierno más fuerte de los últimos 20 años?
Esto tiene que ver con el “umbral electoral”.
En lugar de un simple sistema bipartidista, Israel cultiva partidos políticos como el norte de Israel cultiva plátanos. Cada temporada surgen nuevos, aunque en gran medida son una reconfiguración de partidos anteriores. Tienen las mismas raíces, las mismas figuras políticas, pero con frecuencia cambian de nombre para tratar de obtener una ventaja. No menos de 40 partidos aparecieron en la papeleta electoral de 2022. La constitución de Israel establece que cualquier partido que alcance el umbral del 3,5% obtiene un escaño parlamentario. Cuando los partidos políticos no alcanzan el umbral, los votos a su favor se desperdician efectivamente, ya que esos escaños se redistribuyen entre los partidos exitosos.
Normalmente, cuando las encuestas preelectorales muestran que un partido está en el umbral electoral o cerca de él, se produce un impulso para combinarse con un partido similar más pequeño. Por ejemplo, los partidos mayoritarios árabes suelen formar una “lista conjunta” para garantizar que no se desperdicie ningún voto árabe. Pero en esta elección, los partidos árabes se negaron a unirse, al igual que los dos partidos de extrema izquierda (Labor y Meretz). Si estos partidos se hubieran unido, las elecciones y el actual gobierno de Israel habrían sido totalmente diferentes. El partido izquierdista Meretz y el partido árabe Balad obtuvieron el 3,16 y el 2,91% de los votos respectivamente. Por lo tanto, el 6% del total de los votos israelíes, que habría ido en contra de Netanyahu, no contó.
Esto marcó la diferencia crítica entre otra elección estancada y una victoria dominante de Netanyahu.
Tal como está, Netanyahu está de nuevo en el poder. Y, salvo circunstancias imprevistas, dispone de cuatro años para configurar el futuro de Israel.
Restablecer la estabilidad
Para el sistema de gobierno multipartidista de Israel, una mayoría de cuatro escaños es significativa. Permite a la coalición de Netanyahu la libertad de promulgar reformas serias (y muy necesarias) y dar un respiro a la tendencia descendente del país. Y la derecha reclama un cambio inmediato.
Una de las prioridades en la agenda es la necesidad de dar una respuesta más contundente a los crecientes ataques terroristas procedentes de Cisjordania, donde reside medio millón de judíos. Casi a diario se producen tiroteos, atropellos e intentos de apuñalamiento contra la policía fronteriza o los civiles israelíes. A la cabeza de esta carga se encuentra el partido Sionista Religioso, dirigido por Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, cuyos votantes están compuestos en gran parte por la derecha religiosa. Ambos líderes han sido absolutamente demonizados por la prensa dominante.
La necesidad de un cambio frente a los crímenes de árabes contra judíos es evidente. En tres días, desde el día de las elecciones, hubo un intento de secuestro por parte de un terrorista, un ataque a tres soldados cerca del Monte del Templo, un atropello y un apuñalamiento en Modi’in, un tiroteo fatal cerca de Hebrón y misiles disparados desde Gaza.
“Haremos todo lo posible para establecer un gobierno nacionalista de derecha, un gobierno que restablezca la seguridad personal, que devuelva la gobernabilidad al Néguev y a Galilea, y que mantenga la frente en alto y no se incline ante las amenazas”, escribió Ben-Gvir en Israel Hayom tras las elecciones. “Por mucho tiempo, demasiados israelíes han tenido miedo de los enemigos internos y externos. ¡No más!” (8 de noviembre de 2022). Una retórica tan descarada y directa sobre la seguridad resuena en más israelíes que sólo los de la derecha religiosa. La mayoría ve la necesidad de una respuesta más contundente.
Sin embargo, el principal objetivo político que tiene a los izquierdistas furiosos y preocupados es la legítima necesidad de revisar la Corte Suprema de Israel. En las últimas tres décadas, este tribunal se ha llenado cada vez más de élites intelectuales de izquierda que derriban la política del gobierno o incluso las leyes aprobadas por la Knesset que no se ajustan a su interpretación de sus poderes. (Escribimos sobre el poder sin control de la Corte Suprema de Israel en la edición de agosto de 2020: laTrompeta.es). Este ha sido un tema de extrema consternación para la derecha en la última década.
“A la luz de la fraternidad legal no democrática e hiperpolítica que controla las palancas del poder en Israel”, escribió Caroline Glick, “el punto más urgente en la agenda del gobierno entrante de Netanyahu debe ser la reforma del sistema judicial, incluyendo la fiscalía estatal y el cargo del fiscal general. Todo lo que Netanyahu y sus colegas pretenden conseguir depende de ello” (Jewish News Syndicate, 4 de noviembre). Así, el nuevo gobierno de Israel intentará modificar la Corte Suprema cambiando la forma en que se eligen los jueces.
Como era de esperar, cualquier cambio que haga Netanyahu para limitar el considerable poder de la Corte Suprema provoca que los principales medios griten que “la democracia está muriendo”. Un editorial de Haaretz en la noche de las elecciones encapsuló la indignación de la izquierda así: “Israel está ahora al borde de una revolución derechista, religiosa y autoritaria, cuyo objetivo es diezmar la infraestructura democrática sobre la que se construyó el país. Este puede ser un día negro en la historia de Israel”. De alguna manera, estos escritores olvidan que la voluntad democrática se conoce a través de las elecciones.
Un gobierno de Netanyahu que frene este bastión del poder de la izquierda podría significar que la corte sufra cambios fundamentales que devuelvan el poder al legislativo.
Otra de las prioridades del nuevo gobierno será poner fin a la actitud de doblegarse ante el gobierno de EE UU bajo el mandato de Joe Biden (y Barack Obama). A diferencia de la forma en que Netanyahu dirigió a Israel durante los oscuros días de la presidencia de Obama, donde su principal objetivo en materia de política exterior era proteger la seguridad de Israel incluso si eso significaba ir en contra de las políticas de Obama (incluido el acuerdo nuclear con Irán), el gobierno de Yair Lapid creía que hay que aplacar a EE UU a toda costa, incluso si eso ponía en peligro el futuro de Israel.
Un ejemplo de ello tuvo lugar en los últimos días antes de las elecciones. El régimen de Biden presionó a Lapid para que llegara a un acuerdo con el Líbano sobre una línea de demarcación en el mar entre ambos países. El Líbano está dominado por Hezbolá, que recibe órdenes directamente de Irán (que recibe un fuerte apoyo de Obama y Biden).
La administración Trump había intentado resolver la disputa marítima concediendo a Israel y al Líbano aproximadamente la mitad del acceso a un yacimiento de gas natural en el Mar Mediterráneo oriental. El Líbano rechazó esta oferta. Sin embargo, en los dos meses anteriores a las elecciones, los operativos de Biden obligaron a Israel a renunciar a su pretensión de controlar parte del yacimiento de gas. El aliado de Irán obtuvo el 100% del control.
Aunque las élites israelíes en los medios promocionaron el acuerdo como una victoria, el público se enfureció. Netanyahu ha prometido retractarse inmediatamente del acuerdo cuando tome el cargo.
En conjunto, el refuerzo de la seguridad interna, la restitución del poder sobre la Corte Suprema al pueblo y la anteposición de los intereses nacionales de Israel, incluso si eso significa enfrentarse a un aliado estadounidense hostil, todo apunta hacia un próximo período de estabilidad para Israel. Aunque la minoría de la izquierda pueda quejarse, la mayoría de los israelíes (incluso muchos que votaron contra Netanyahu) estarán agradecidos por el cambio.
Se profetiza el resurgimiento israelí
Dada la oportunidad de que se produzcan cambios tan significativos para Israel bajo el liderazgo de Netanyahu, es asombroso considerar lo reñidas que estuvieron estas elecciones. Si Meretz y los laboristas hubieran unido sus fuerzas antes de las elecciones, y si los árabes hubieran formado una lista conjunta, Netanyahu no habría ganado. En el mejor de los casos, habría sido un empate. Debido a que no lo hicieron, Netanyahu tiene ahora la oportunidad de liderar el gobierno conservador más fuerte y estable de su era. El campo anti-Netanyahu se está dando patadas por su descuido.
Sin embargo, tal vez no haya sido sólo un descuido. Tal vez haya algo más detrás de este resultado electoral en Israel.
El artículo de portada de la Trompeta de septiembre de 2022, del redactor jefe Gerald Flurry, se tituló “Caen los gobiernos de Gran Bretaña y de Judá ¿sigue Estados Unidos?” (laTrompeta.es). El artículo se centra en dos profecías principales que vinculan el futuro político de las tres naciones. El Sr. Flurry escribió que, basado en una profecía en Oseas, las tres naciones están destinadas a caer finalmente en una calamidad catastrófica juntas, durante un período que la Biblia llama “tiempo de angustia para Jacob”.
Sin embargo, otra profecía destacada en ese artículo detalla los próximos eventos antes de esa angustia. Basado en una profecía en 2 Reyes 14, el Sr. Flurry escribió que el presidente Trump está tipificado por el antiguo rey Jeroboam ii, quien gobernó las tribus del norte de Israel durante un período de auge económico. Después del reinado de Jeroboam, las divisiones internas de Israel dividieron a la nación, haciéndola vulnerable al inminente cautiverio asirio. Basándose en esa profecía y en una registrada en Amós, el Sr. Flurry pronosticó, acabando de salir del cargo el presidente Trump, que éste asumiría de nuevo la presidencia. Una vez que lo haga, el Sr. Trump liderará un resurgimiento dramático, aunque temporal, del poder de EE UU. Esto le dará a la nación una última oportunidad de hacer caso a la advertencia de Dios antes de la “angustia de Jacob”.
Sin embargo, esta profecía no se refiere sólo a EE UU.
2 Reyes 14:28 dice: “Los demás hechos de Jeroboam, y todo lo que hizo, y su valentía, y todas las guerras que hizo, y cómo restituyó al dominio de Israel a Damasco y Hamat, que habían pertenecido a Judá, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?”. Como señaló el Sr. Flurry en su artículo: “Este versículo une la política de EE UU y Judá”.
Esto también se confirma por lo que ocurrió antiguamente. Jeroboam ii tenía una alianza inusualmente estrecha con el rey judío que gobernaba desde Jerusalén, el rey Uzías. Ambos reyes trabajaron juntos, lo que estaba lejos del estado normal de las cosas entre los dos reinos. Un período de poder nacional estabilizó a ambas naciones. Claramente, la contraparte moderna de esta relación se mostró durante el primer mandato del presidente Trump mientras Netanyahu estaba en el poder.
En su nueva autobiografía, Bibi: My Story [Bibi: mi historia], Netanyahu confirma esta relación inusualmente estrecha, escribiendo: “A pesar de los obstáculos en el camino, nuestros años juntos fueron los mejores para la alianza israelí-estadounidense. (…) Le mostraron al mundo que suceden grandes cosas cuando un presidente de EE UU y un primer ministro israelí trabajan juntos, sin diferencias entre sí”.
Trump y Netanyahu trabajaron juntos durante el primer mandato del presidente. Y dado que está profetizado que el presidente Trump regresa al cargo, ¿fue también la voluntad de Dios que el Sr. Netanyahu volviera a dirigir al Estado judío?
Lo reñido de las elecciones israelíes comparado con la enorme ganancia de poder de Netanyahu muestra cómo la mano de Dios puede influir en los resultados electorales, incluso en un país díscolo y dividido como Israel o EE UU. Y como la Biblia vincula a EE UU e Israel de manera especial, ¿es la elección de Netanyahu un presagio de lo que vendrá en EE UU? De hecho, es exactamente lo que Dios profetiza que sucederá.
Es importante que usted lea estas profecías antes de que sucedan. Se dará cuenta de que está viendo la mano activa de Dios en los eventos mundiales. También le mostrará lo que sigue y lo que puede hacer para estabilizar su vida en tiempos tan inciertos.