La Trompeta
Autobiografía de Herbert W. Armstrong: Preludio al ministerio
Continuación de Asombrosas respuestas de oración
He relatado con anterioridad, cómo mi esposa casi murió de toxemia eclampsia poco antes que nuestra segunda hija naciera. Tres doctores nos habían advertido que mi esposa quizás nunca podría tener otro hijo. Nosotros no conocíamos la razón en ese entonces. Fue muchos años después que nosotros supimos que teníamos un tipo de sangre Rh opuesto, ella siendo negativo, y yo positivo. Los doctores que decían que la Sra. Armstrong no podría tener otro hijo no sabían sobre esto. Probablemente no era la causa. Esto, sin embargo, fue sin duda la causa de que Ted naciera con ictericia amarilla .
Por lo que hoy podemos recordar, esa resultó siendo una de las razones por la que fue necesario suplementar la leche de pecho para el nuevo bebé. Otra razón fue el hecho que la Sra. Armstrong no se alimentó lo suficiente. Simplemente ella no era capaz de suplir suficiente leche.
Un día, varios meses después de que Ted nació, probablemente al comienzo del verano, de 1930, llegué a casa después de ir a vender productos de belleza en medio de la tarde. El bebé estaba llorando fuertemente. “¡Apresúrate!” exclamó mi esposa, “Ve a la tienda y trae un cuarto de leche. Al bebé se le pasó su hora del biberón y ya pasó una hora de que le tocaba su otro biberón, y yo no tengo ni una gota de leche que darle”.
Pidiendo a Dios por diez centavos
Le dije “no tengo dinero. Dame diez centavos”. Un cuarto de leche costaba 10 centavos, ¡en aquél tiempo!
“Si yo tuviera diez centavos, ya habría mandado a Beverly por la leche hace mucho rato”, me contestó ella. “Yo he estado esperando por ti, orando que Dios te trajera pronto a casa; pensé que tu tendrías por lo menos diez centavos”.
El bebé lloraba más fuerte que nunca. Nosotros nunca habíamos tenido crédito en ninguna tienda.
“Solo hay una cosa que hacer”, dije. “Nosotros somos impotentes, por sí mismos. No hay ningún ser humano que pueda ayudarnos. Necesitamos confiar en Dios. Él prometió proveer todas nuestras necesidades, y ésto es una necesidad”.
Jesús dice que debemos entrar en nuestro closet, o un cuarto pequeño, y orar a nuestro Padre en el cielo en secreto, y Él nos recompensará en público. El único cuarto pequeño de absoluta privacidad en nuestra casa era el baño. Cerré la puerta del baño y me arrodillé a un lado de la tina. Dios había prometido proveer todas nuestras necesidades, “de acuerdo con Sus riquezas en gloria por Jesucristo”. Yo creía lo que Él prometió.
Pero nosotros tenemos que tener la respuesta inmediatamente. Yo había aprendido que Dios a veces no responde de inmediato, Él a veces prueba nuestra fe para desarrollar paciencia en nosotros. Pero en este momento parecía que el pequeño Garner Ted necesitaba su leche más urgentemente de lo que yo necesitaba paciencia.
Sentí que no había tiempo, o necesidad de una larga oración. Inmediatamente el Salmo 70 brincó en mi mente. Dios a través de Su Espíritu Santo inspiró a David a que registrara, como parte de la Palabra de Dios, la oración de David donde él le pidió a Dios “Oh Dios, acude a librarme; Apresúrate, oh Dios, a socorrerme, oh Dios… Yo soy pobre y necesitado: Apresúrate a mí… Oh Eterno, no te detengas”. Yo sabía que esa oración no estaría en la Palabra de Dios a menos que fuera la voluntad de Dios el responder esa misma oración a mí. Así que le pedí a Dios confiadamente que se ¡apresurara!
Me levanté, quité el seguro de la puerta, y caminé de regreso a la cocina. Antes de que siquiera llegara a la cocina, una de nuestras niñas grito desde la ventana de la sala: “¡Mamá, aquí viene el ropavejero!”
“¡Bueno, pues rápidamente! Beverly”, dijo mi esposa, “¡corre y llámale! ¡Nosotros tenemos muchas cosas viejas en el sótano que le podemos vender!”
La única entrada a nuestro sótano, Recuerdo, estaba afuera en la parte trasera de la casa. Con anticipación y emoción guiamos al ropavejero a las escaleras del sótano. Mi esposa le mostró todo tipo de cosas. Nosotros esperábamos recibir por lo menos un dólar.
El hombre solamente meneaba su cabeza.
“No. Nada aquí hay que yo quiera”, dijo comenzando a subir las escaleras de regreso.
Nuestro corazón se desplomó. A medio camino en los escalones se detuvo, miro a una montaña de revistas viejas a un lado de las escaleras. Lentamente dio vuelta y retrocedió, examinando la montaña de revistas.
“Les doy diez centavos por ellas”, nos dijo. “Esto es todo lo que quiero”.
¡Yo le había pedido a Dios que nos mandara diez centavos, pronto, apresuradamente! Cuando Dios los mandó, en el mismo minuto que los pedí, nosotros tratamos de aumentarlo a un dólar o más. Pero la necesidad inmediata eran diez centavos para la leche. Dios no ha prometido suplir las cosas que queremos, solo nuestras necesidades. ¡La necesidad que yo había pedido era de solo 10 centavos! Eso es lo que Dios mandó, ¡inmediatamente!
¡Habíamos aprendido otra lección!
Nosotros le dimos gracias a Dios muy agradecidos, mientras que corrí todo el camino a la tienda y de regreso con la leche.
Jesús dice: “¡Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá!” Yo sé que es verdad. ¿Y usted?
Este incidente ha sido hecho público antes, al aire y en La Pura Verdad, pero pertenece aquí en la Autobiografía, así que lo menciono de nuevo.
Un nuevo trabajo
Una familia con el nombre de Melson vivía en la calle 74 en Portland en ese momento. Su casa y la nuestra estaban en lados opuestos, a espaldas una de la otra. Algunos años más tarde ésta familia se volvió famosa nacionalmente. Un artículo sobre ellos en “How America Lives” (Cómo viven los norteamericanos) apareció en una de las principales revistas de circulación masiva en Estados Unidos. Nosotros podemos recordar que ellos tenían tres pequeñas niñas, Anna Lou, Marilyn, y Joyce. Little Dickie, nuestro niño mayor, llamaba a Anna Lou “Ah-woo”.
Una noche el Sr. Melson vino a mi casa y me preguntó que si yo aceptaría un trabajo con la Compañía de aluminio Wear-Ever. Él era un vendedor en la compañía, vendiendo a súper mercados. El trabajo que estaba abierto para mí era el de vender los utensilios de aluminio voluminosos llamados “Nuevo Método”, directamente a los clientes.
La venta de la arcilla en las salas de belleza no estaba proveyendo lo suficiente para vivir. Este trabajo en el Aluminio era el salvavidas que un hombre ahogándose agarraría. Nosotros nos encontrábamos en circunstancias financieras tan bajas que estábamos agradecidos por cualquier cosa que prometiera suficiente alimento para comer.
Fui a sus oficinas. Y encontré que esta compañía había desarrollado un tipo de ventas con la que yo no tenía experiencia, y lo habían reducido virtualmente en una ciencia. Ellos vendían esta línea de utensilios en particular, no a través de tiendas, sino que directamente al consumidor a través de un sistema de “cenas de demostración”, las cuales llamaban “demos”. Para ver cómo eran, primero atendí a una.
Le regalaban un utensilio de alto valor a la mujer que invitara un cierto número de parejas casadas a una cena en su casa. El premio era de acuerdo al número de parejas que asistieran. Necesitaban ser parejas; esposo y esposa. El vendedor proveía la comida, los ingredientes y cocinaba la cena. Tenía que ser la cena más deliciosa que los invitados jamás comieran, y comida natural, sin mezclas.
Después de la cena, él daba una lección sobre la salud, y las causas de las enfermedades y malestares. Observé que el vendedor dando su “demo” parecía saber más sobre la causa de las enfermedades que el médico quien era un invitado con su esposa, y seguía citando a médicos y cirujanos conocidos nacionalmente para sus declaraciones, y después preguntándole al invitado, el doctor local, si estaba de acuerdo. Claro que lo estaba, porque todas las declaraciones eran médicamente correctas, y el doctor invitado, a menos que apoyara todo lo que decía el vendedor estaría en desacuerdo con autoridades nacional e internacionalmente sobresalientes.
Antes de que terminara, los invitados estaban impresionados de que el vendedor-orador supiera más sobre pequeños malestares en su familia que el doctor familiar. Suficientes de estos malestares comunes habían sido mencionados: resfriados, fiebres, constipación, reumatismo, dolores de dientes, problemas de estómago, problemas digestivos, etc., etc., que cada familia presente estaba segura de estar afectada. Entonces el vendedor hacia una cita para llamar a cada casa en el momento cuando ambos esposo y esposa estarían presentes, para poder dar consejos confidencial y privado sobre cómo prevenir estos males con una dieta apropiada y la manera de preparar la comida.
Cada pareja presente estuvo dispuesta a hacer una cita. Yo podía ver que la mayoría de ellos estaban de hecho ansiosos por tenerla. Ellos nunca habían tenido una conferencia de este tipo antes. Hubo mucha chispa de interés y habían descubierto hechos que ellos no conocían antes, sobre males comunes.
Yo estaba intrigado. Vi que este trabajo me ofrecía una oportunidad para hacer un estudio intensivo sobre las causas de las enfermedades, las dolencias, sobre nutrición y el papel que la dieta tiene en la salud o enfermedad. Yo ya había estado haciendo suficiente predicación como para tener algo de experiencia para dar estas conferencias. También las conferencias me darían experiencia para predicar más efectivamente.
Una cosa que me atraía era el hecho de que como vendedor en este trabajo tan singular, yo podría hacer mucho bien. Durante los siguientes años aprendí que muchos de estos vendedores eran concienzudos y usaban su trabajo solo por el bien del cliente.
Conferencias de salud
Mi primera “demo” fue en una cooperativa muy grande, en un salón público en la ciudad de Oregón. Varios de estos hombres de la sede del distrito de Portland participaron, uno más experimentado, dio la conferencia. La participación activa me dio la experiencia inicial.
El supervisor de distrito, el Sr. Peach, me dio una lista de varios libros, cuyos autores eran médicos famosos y cirujanos nacionales, en el tema de dieta, causas comunes de dolencias, y enfermedades.
En las librerías y bibliotecas Yo busqué otros libros además de los que él me recomendó. Me sumergí en un estudio intenso en este fascinante campo el Sr. Peach también me dio material impreso, datos, y hechos los cuales su oficina había condensado de muchas autoridades calificadas que incluían muchas cifras sorprendentes y estadísticas sobre condiciones nacionales actuales. La oficina también me proveyó con cartulinas grandes, ilustradas, enseñando muchos de estos hechos poco conocidos. Éstas eran usadas en las conferencias.
Obtuve panfletos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, que mostraban resultados de pruebas científicas hechas por el gobierno, creo que en la Universidad de Wisconsin. Estas pruebas mostraban el porcentaje de los elementos minerales y vitaminas perdidos en varios tipos de alimentos cocinados a temperaturas más altas del punto de hervor. Estas figuras eran asombrosas. Mostraban que temperaturas excesivas, al cocinar, roban a los alimentos del 23 por ciento al 78 por ciento de estos vitales elementos para la salud.
Aprendí de qué está constituido el cuerpo humano, primordialmente de 16 elementos de la materia, 12 de los cuales son alcalinos que reaccionan a elementos minerales, y 4 de los cuales son ácidos que reaccionan con carbohidratos. Aprendí que, mientras que el cuerpo humano requiere que su dieta esté compuesta de una gran mayoría de elementos minerales alcalinos para estar sano, la comida común y corriente del estadounidense es, de hecho, una dieta de horror que consistente de una abrumadora preponderancia de almidones, azúcar, y grasas, elementos carbohidratos reaccionantes con ácidos que causan numerosas dolencias y enfermedades.
La mayoría de los alimentos naturales son dañados por las salsas y aderezos. Aprendí que los principales médicos, estos son, los muy pocos quienes han estudiado los alimentos, o las causas de las enfermedades y dolencias, estiman que entre 85 a 95 por ciento de las enfermedades que no tienen su origen mental, son causadas por una mala dieta, y el pequeño porcentaje restante, de todas las causas combinadas.
Pronto tuve preparada una conferencia reveladora, interesante y atractiva. Claro que el estudio continuó intensivamente al igual que el continuo estudio Bíblico el año siguiente, y la conferencia progresivamente editada y suplementada.
Los detalles están borrosos en mi memoria, esto está siendo escrito casi 30 años después, pero me parece que me asocié con otro hombre más experimentado en las siguientes una o dos “demos”.
Después debí de ser transferido a un territorio alrededor de Salem, Oregón. Al parecer el mudarme también fue influenciado por el hecho de que yo no me había establecido lo suficiente en esta venta de aluminio, como para poder ser capaz de pagar la renta de nuestra casa, y mi padre había tenido que pagarla por nosotros. Aparentemente él pensó que sería menos carga para él que nosotros nos mudáramos de regreso a la casa de mis padres en Salem.
Nuestro primer automóvil
Alrededor del tiempo en que yo estaba comenzando en este nuevo trabajo, nosotros adquirimos el primer automóvil que fuera nuestro. Yo había aprendido a conducir cuando era asistente del secretario en el departamento de comercio en South Bend, Indiana, cuando tenía 23 años. Había conducido mucho. A menudo había pedido prestado el automóvil de mi hermano Russell, y también el de mi hermano Dwight. Pero era imposible tener estas “demos” sin un automóvil.
Así que hice un trato con mi padre en el que yo recibiría su automóvil (un Ford sedan de dos puertas) y el compraría un mejor automóvil. Está muy nublado en mi mente como para recordar exactamente, de qué se trataba el acuerdo de tres partes.
Así, que alrededor de octubre de 1930, nosotros dejamos la casa en la calle 75 en Portland, y una vez más nos mudamos a la casa de mis padres en Highland Avenue en Salem.
El interés religioso no disminuyó. Al contrario, este nuevo estudio de las causas de la mala salud y enfermedades, y estas “demos” con sus conferencias de salud, solo complementó mi continuo estudio de la Biblia.
Aprendí mucho sobre el ayuno y las maneras de eliminar las toxinas y venenos del cuerpo. En las personas que visitaba después de una “demo”, siempre existía en su familia alguna de estas dolencias o enfermedades comunes. Ellos nunca antes habían escuchado ninguna explicación del por qué ellos tenían estas enfermedades.
La mayoría de las personas parecía suponer que era natural para nuestros cuerpos el enfermarse. Pero la enfermedad no es natural. La enfermedad viene solamente por romper leyes físicas en nuestros cuerpos. La mayoría del tiempo sucede por el exceso de carbohidratos. En otros casos por mala nutrición, una falta de elementos esenciales. Al ayunar el cuerpo naturalmente elimina toxinas y venenos almacenados.
Muchos de los que instruí, se aliviaron de reumatismo, estreñimiento, resfriados y otras muchas comunes enfermedades o dolencias, a través de ayuno seguido por una dieta adecuada.
Claro que la mayoría de los doctores no recomiendan el ayuno. Muchos de los doctores se refieren al ayuno como una “dieta de hambre”. En ese tiempo algunos de los doctores parecían sentir que si un paciente perdía una sola comida o dos él o ella moría de hambre. Sin importar la enfermedad o malestar, si alguien era admitido en el hospital, la probabilidad de que fuera alimentado era alta, aún por medios intravenosos.
Realmente, si la gente ayunara más (como lo hacen los animales por instinto cuando están enfermos) y comiera con más cuidado, ¡quizás serían los doctores los que murieran de hambre, no los pacientes!
Pero esos doctores querían continuar con su negocio. Ellos no recomendaban ayunar a menudo.
Por otro lado, uno no debe de ayunar por más de tres o cinco días a menos que esté bajo el cuidado de un doctor quien sí entienda y crea en el ayuno, o alguien igualmente calificado. Y un tipo de ayuno es requerido para librase de constipación, y otro tipo es indicado para otras situaciones.
Es lamentable que la “ciencia” médica fuera tan estrecha que trató de hacer las medicinas la única cura de todo; o en algunos casos, la cirugía. Un doctor le confesó a su madre anciana que si todas las drogas fueran arrojadas al océano, sería mucho mejor para la humanidad, aunque mucho peor para los peces. Pero tal era la “ciencia” del hombre que demasiado a menudo es “falsamente llamada ciencia”, como dice claramente la Palabra de Dios. ¡El día llegará cuando todo el mundo despertará a este triste hecho!
En estas ventas, yo nunca pedí a las personas si podía orar por su salud. La instrucción de Dios es, “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia” (Santiago 5:14-15) Se les dice que pidan por ésta. Y yo no era un anciano [ministro] entonces. Yo no estaba entonces ordenado.
Sin embargo, cuando el tema de la verdad de Dios surge, como frecuentemente pasó, si yo encontraba que la gente que estaba visitando eran creyentes, y ellos me pedían que orara por su salud, yo siempre lo hacía. Esto pasó muchas veces, y varios fueron sanados. Pero yo había aprendido a nunca forzar la religión a nadie, y la mención del tema tenía que provenir de ellos. Ese es el camino de Dios.
Lo que aprendí durante este año de estudio y discurso acerca de las dolencias y enfermedades fue realmente una parte importante de la preparación que Dios me estaba dando para Su ministerio.
La pelea que casi pasa en una reunión
Alrededor de noviembre de 1930, los Runcorns (vecinos de mis padres) me preguntaron que si iba con ellos a una reunión de negocios de hermanos de la Iglesia de Dios, que se llevaba a cabo en la casa de la Sra. Ira Curtis, cerca de Jefferson, Oregón.
Aunque yo era un invitado, nunca me había convertido en un miembro de esta iglesia, que tenía su sede en Stanberry, Missouri. En la reunión, me pidieron que realizara el trabajo de secretario y que tomara las minutas de la reunión. Supe que la reunión había sido hecha con el propósito de organizar a estos miembros de Oregón para ser una conferencia en Oregón.
Yo sentí inmediatamente que había un sentimiento de división entre ellos. El Anciano A. N. Dugger era el líder real de la iglesia en Stanberry. Él era el editor del periódico semanal de la iglesia que se les mandaba a los miembros. Él era, o había sido, el presidente de su Conferencia General. Yo supe que ellos estaban organizados como una Conferencia General, con elecciones de oficiales llevadas a cabo semestralmente. La mayoría de los miembros de Oregón Vivian en el Valle Willamette alrededor de Jefferson. La mayoría de ellos estaban asistiendo a esta reunión de negocios.
Aproximadamente la mitad de ellos estaban opuestos al Anciano Dugger. Ellos querían organizar una conferencia estatal propia. Algunos de los otros estados tenían sus conferencias estatales. El propósito de esta Conferencia del Estado de Oregón era para guardar en Oregón, los diezmos y los fondos de la iglesia contribuciones de los miembros de Oregón.
Pero realmente, esto nació por oposición y descontento con la membresía de Stanberry y la conferencia de ese estado. La otra mitad eran igual de verbalmente leales en su apoyo al Anciano Dugger y el régimen de Stanberry.
La disputa sobre la política de Stanberry y la capacidad física e integridad del Anciano Dugger se calentó cada vez más. Un hombre alto que pesaba considerablemente más de 200 libras, y era un líder, habló de “política sucia” y llamó al Anciano Dugger un “ward-heeler” (controlador). Otro hombre igualmente vociferante del otro lado de la disputa, se levantó a defender el honor del Sr. Dugger. Las palabras se encendieron más y más. Cada lado era sincero y lleno de fervor. Bajo la tensa presión, los temperamentos estaban encendidos. Temí que todo iba a ser resuelto (o no resuelto) por los puños.
En ese instante me levanté, y en una voz alta y calmada pregunté si podía decir algo. Dado que yo era un invitado, no se rehusaron.
“Hermanos”, dije, “ustedes todos saben, como está escrito en el primer capítulo de Job, cuando los hijos de Dios se reunieron. Satanás también fue. Ustedes todos saben cómo, en el capítulo 12 de Apocalipsis se nos dice que la gente de Satanás está muy enojada con aquellos que guardan los mandamientos de Dios y que tienen el testimonio de Jesucristo. Esto se refiere a nosotros. Satanás está aquí. ¡Él está incitando cólera y rabia en nuestros corazones! ¡Yo me voy a poner de rodillas en este momento, y voy a pedirle al Dios Todopoderoso que expulse a Satanás de esta casa! Todos aquellos de ustedes que lo deseen pueden arrodillarse conmigo y orar en silencio”.
Sin ninguna otra palabra, rápidamente me puse de rodillas a un lado de mi silla, y comencé a pedir a Dios para que reprendiera a Satanás y a este controversial espíritu que estaba incitando a estos hombres a la cólera, y que quitara a Satanás de nuestra presencia, y que nos diera amor y paz.
Cuando me levanté, había varios ojos con lágrimas, pero ya no había voces enojadas. Estas personas eran sinceras. Ellos simplemente creían lo que ellos creían, y habían permitido tener la guardia baja, y ser incitados a la rabia.
Se me pide conducir una Campaña
La conferencia del estado fue acordada y formada. El concepto de gobierno en la iglesia parecía ser que los miembros de la iglesia deberían de estar en puestos de autoridad. Los ministros necesitaban estar empleados, y bajo las órdenes de los miembros de la iglesia. Éste es esencialmente el concepto de lo que llamamos la democracia: el gobierno de abajo para arriba. Aquellos siendo gobernados, dictaban quiénes deberían ser sus líderes, y cómo sus líderes deberían gobernar.
La materia del gobierno en la iglesia era para mí, el tema más perplejo en la Biblia. Yo nunca llegué a un entendimiento claro de la enseñanza de la Biblia sobre el tema, hasta después que el Colegio Ambassador fue fundado y ya se encontraba en marcha.
Me parece que el anciano G.A. Hobbs de la ciudad de Oregón, anteriormente mencionado, fue nombrado el primer presidente de la conferencia estatal, y que O.J. Runcorn, con el cual yo había venido a esta conferencia, fue presidente el segundo año. Yo tengo en mis viejos archivos mi certificado de licencia ministerial, del cual hay una copia en esta autobiografía, con la fecha de marzo 2, 1932, y está firmado por O.J. Runcorn como presidente, y la Sra. I.E. Curtis como secretaria. Esto pasó casi un año después de que yo fui ordenado, probablemente mi segundo certificado.
Al final de esta reunión de negocios, los oficiales recientemente ordenados me causaron una gran vergüenza.
Ellos me pidieron que si yo podría llevar a cabo una campaña evangelista en el edificio de la iglesia que ellos rentaban en Harrisburg. Yo nunca había predicado ante el público. Solo ante estos hermanos en el Valle de Willamette y en la ciudad de Oregón. Como lo he declarado anteriormente, el convertirme en un predicador era la última cosa que yo habría querido hacer jamás. Yo había sido literalmente arrastrado a la poca predicación que había hecho ante estos pocos hermanos. Con mucha certeza yo nunca me promoví para entrar.
Pero... ¡dirigir una campaña evangelista pública! ¡La angustia me invadió! Por naturaleza, yo me aparté de la idea. No obstante, aquí estaban éstas simples, personas amantes de la Biblia, mirándome a mí por liderazgo. Era como si ellos fueran ovejas con necesidad de un pastor. Ellos querían publicar el evangelio. Me parecía imposible rehusarme. Si era muy embarazoso el pensar hacerlo, sería aún más embarazoso el rehusarme a hacerlo. Más y más estaba siendo inducido al ministerio por algún poder más grande que yo.
Aunque aún inexperto seguía en el área del evangelio, había llegado a darme cuenta de que el éxito de cualquier campaña depende más en la cantidad y sinceridad de la oración detrás de tal campaña, que en la oratoria o elocuencia del orador. Una cosa sí sabía; que si Dios estaba en la campaña, y que si yo sólo fuera un instrumento y que Dios fuera quien realmente condujera la campaña, ésta estaba destinada a dar fruto.
Vergüenza en el pie contrario
Todas estas cosas destellaron en mi mente en unos cuantos segundos.
“Bueno, hermanos”, les respondí, “Yo nunca he predicado ante una audiencia pública en mi vida. Todas las campañas y servicios evangélicos que yo he atendido han terminado en llamadas de altar. Les diré la verdad, yo simplemente no habría podido hacer esto sin mucha ayuda de Dios. Y yo sé que los resultados van a depender más en la oración por la reunión que en mi predicación. De hecho, la efectividad de la predicación va a depender en la oración, y al grado que yo pueda permitir que Dios hable a través de mí. Esta será realmente una asignación muy difícil para mí. Pero les haré a ustedes hermanos una propuesta. Si cada uno de ustedes aquí en esta reunión se compromete en este momento a dedicar no menos de una hora cada día a orar fervientemente, en fe y con oración sincera por el éxito de estas reuniones, para que Dios me ayude y hable a través de mí, para que Dios cause que aquellos a quienes Él está llamando y trayendo atiendan, y para que Dios convenza a los que Él está llamando, si ustedes solemnemente se comprometen a mantener esta hora o más al día de oración, comenzando ahora, y seguir hasta la última noche de las reuniones, entonces yo emprenderé la campaña. Yo puedo hacerlo a finales de diciembre. Nuestra compañía no trabajaba desde diciembre 20 hasta el día del año nuevo. Yo puedo comenzar la campaña la noche del domingo 21 de diciembre, y seguir por 11 noches hasta al fin del año. La compañía Wear Ever tiene una convención en Seattle la primera semana de enero y yo necesito estar ahí. Pero yo tendré estas 11 noches libres”.
Yo sabía que era el turno de ellos avergonzarse. Quizás algunos de ellos habían estado pasando una hora de oración al día, pero yo estaba seguro que la mayoría de ellos no lo hacían. Sus temperamentos no habrían estado hirviendo y casi convertidos en una pelea si lo hubieran estado haciendo. Pero, así como me había dado mucha vergüenza rehusar su oferta, ellos estaban muy avergonzados de rehusar la mía. ¡El rehusarse a dedicar una hora al día en sus rodillas sería muy anti-cristiano! ¡Sí, eso habría sido más vergonzoso que llevarla a cabo!
Ellos estuvieron de acuerdo. Ellos prometieron dedicarse a esta intensa oración.
Yo estuve de acuerdo. ¡Yo fui llevado un paso más cerca, al ministerio de Cristo!
Estos hermanos se dieron cuenta de que la iglesia de Stanberry no estaba llevando el evangelio al mundo con poder. En esta área la iglesia era virtualmente impotente. Los hermanos de Oregón estaban ansiosos por “comenzar la obra”. Aunque yo había sido humillado grandemente por varios reveses de negocios que no fueron culpa mía, y por mi conversión, ellos estaban enterados de mi pasada experiencia en el mundo de los negocios.
Y, de hecho, a partir del tiempo de esta reunión de negocios, los hermanos en Oregón me miraban a mí por la guía que revitalizaría la obra del evangelio. No había habido ni un ministro de la iglesia residiendo en Oregón. Pero desde esta vez, ministros iban a ser enviados allí para contrarrestar el favor que me demostraban estos hermanos en Oregón. Yo iba siempre a enfrentar oposición de los ministros.
Mi primera predicación pública
Ustedes pueden estar seguros de que yo también, practicaba lo que demandaba de ellos. De hecho, yo tenía miedo de no hacerlo. Si yo siempre había necesitado la ayuda de Dios, ahora más.
Diseñe una circular de buen tamaño. Esta era la primera vez que fue usada para la Obra de Dios mi experiencia de 20 años en anuncios. Yo no tenía el dinero para imprimir los anuncios, pero los nuevos oficiales estuvieron de acuerdo en pagar todos los gastos de las conferencias. Mandé imprimir los anuncios al departamento de impresión Statesman en Salem. No recuerdo cómo fueron distribuidos, pero creo que los hermanos de la iglesia que vivían cerca de Harrisburg deben haber sido voluntarios. Los anuncios fueron distribuidos en cada casa en Harrisburg y por 5 millas a la redonda.
Aún antes de mi conversión, yo asistí a dos o tres campañas evangelistas. Un hombre de negocios, dueño de una fábrica, próspero y exitoso en el suroeste de Iowa, había conducido una campaña en una gran carpa en Indianola, Iowa, durante el verano de 1923. En ese momento yo trabajaba con mi cuñado, Walter Dillon, en su oratoria de colegio, y también conducía encuestas comerciales para un periódico semanal en Indianola.
Yo había atendido a varias de estas conferencias. El hombre de negocios era un orador vigoroso, algo como con el estilo de Billy Sunday. Él tenía un conductor de himnos y un equipo muy efectivo, muy parecido al que Billy Graham tendría más tarde en una escala más grande. Siempre había llamadas de altar, las tradicionales “sawdust trail”, (confesiones o testimonios). El personal de la campaña instaba a la gente de la audiencia a ir al frente.
En mi inexperiencia, yo tome esos métodos tradicionales por sentado. En estos primeros años de mi ministerio yo seguí muchas de estas prácticas religiosas, y aún algunas doctrinas comúnmente aceptadas por las denominaciones evangélicas, las cuales yo tendría que DESaprender.
Tuve que aprender una doctrina, y una verdad a la vez.
El pequeño edificio de la iglesia en el pequeño pueblo de Harrisburg, con una población en ese entonces de 500 personas, tenía una capacidad de quizás 150 asientos. En el primer domingo por la noche tuvimos 100 o más en asistencia.
Pienso que la asistencia bajó un poco después de la primera noche, pero se mantuvo no muy lejos de cien. Nuestro pequeño grupo de hermanos de la iglesia se reunieron en la iglesia una hora y media antes de cada noche, y juntos tenían su hora de oración en la iglesia.
No tuvimos grupos de centenares o de millares “hitting the sawdust trail”, [yendo al altar al frente para confesión o testimonio], pero Dios nos dio cuatro personas quienes se convirtieron en las reuniones.
Sin embargo, nosotros sabíamos que el mayor bien logrado, ¡era el renacimiento espiritual que tomó lugar en los hermanos de la iglesia como resultado de la hora al día invertida en sólida oración!
¡Ellos eran gente diferente! Estaban felices. Estaban más cerca de Dios, ¡y esto era evidente por su manera de comportarse, por sus conversaciones y sus vidas!
¿QUIÉN debe bautizar?
El tema de bautizo en el agua había sido el primero que yo había estudiado en la Biblia, después de mi rendición original a Cristo. Ahora yo tenía cuatro nuevas personas convertidas que se bautizarían. Uno de estos era mi propio hermano, Dwight Armstrong.
¿Pero QUIÉN debía bautizarlos? Yo no era un ministro ordenado.
Un joven ministro de la Iglesia de Dios quien había sido mandado desde la Sede en Stanberry Missouri, había estado envuelto en un accidente automovilístico en Harrisburg. Él se encontraba restringido a estar en cama con una pierna rota en ese momento. Yo lo consulte con él. Este era un problema que ninguno de los dos había enfrentado antes.
Nos fijamos en Mateo 28:19-20.
“Por tanto, id”, dijo Jesús en Su gran comisión, “Y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos…” Parecía que quien sea que haya enseñado a los que se arrepintieron y aceptaron a Cristo era quien debía bautizarlos. No decía nada sobre estar ordenado.
Nosotros examinamos Hechos 2:37-41, la experiencia inicial del Nuevo Testamento en el día de Pentecostés. Tres mil personas fueron bautizadas. Era evidente que los 12 apóstoles de Jesús difícilmente habrían podido bautizar este gran número.
En Hechos 8, Felipe, un diacono, y aparentemente en ese momento no aún un evangelista ordenado, bautizó a aquellos a quien él predicó en Samaria, y más tarde al etíope eunuco.
Decidimos que yo tenía la autoridad de parte de Dios para bautizar a aquellos convertidos durante mi primera predicación pública.
Yo los bauticé.
Esto atrajo severa crítica de las más altas “autoridades” en la iglesia. Hubo críticas por los gastos pagados para las conferencias cuando yo ni siquiera era un miembro. De hecho, a partir de este momento, yo iba a enfrentar crítica continua, oposición, persecución, y maniobras políticas de los ministros. Pero los miembros me buscaban más y más a mí, por dirección y guía. ▪
Capítulo 24: Ordenado para el ministerio de Cristo
Continúa en Ordenado para el ministerio de Cristo (primera parte)