La Trompeta
Autobiografía de Herbert W. Armstrong: Atorados en Astoria
Continuación de Atrapado en la trampa del negocio de periódicos
Después que la experiencia de Krohn & Carson forzó a sus principales competidores de almacenes de ropa a romper sus contratos de cinco años, otros almacenes gradualmente comenzaron cautelosamente a poner una cantidad limitada de publicidad en El Messenger . Esto condujo a nuestra publicación opositora a adoptar un nuevo tipo de competencia. Ahora la operación se volvía más dura que antes.
La competencia se pone dura
Tanto el periódico de la tarde como el nuestro tenían sus propios talleres de imprenta. Adicionalmente, había una compañía independiente para trabajos de imprenta. Pero el taller del periódico de la tarde hacía más de la mitad de todo su trabajo de imprenta. Con la compañía y el periódico combinados, el periódico de oposición empleaba a más de la mitad de los obreros en los tres sindicatos involucrados; los sindicatos tipográficos, los de prensa y los de estereotipos.
Para la primavera de 1932, la depresión había descendido a tal punto, que si un hombre perdía su trabajo, él tenía escasas posibilidades de encontrar otro. En las reuniones del sindicato, los empleados del periódico de la tarde tenían el voto mayoritario.
Así pues surgió el espectáculo inaudito de que los empleados de nuestro competidor en una huelga laboral, y bajo la amenaza de perder sus empleos, fueron forzados por su empleador a votar a nuestros empleados fuera de sus trabajos, aun cuando todos nuestros empleados votaron febrilmente en contra de la huelga. Esto resultó en la pérdida de sus trabajos. Ellos sabían que no podrían obtener un empleo en ningún otro lugar.
Los empleados de nuestro competidor de hecho usaron una violación técnica contra nosotros. Nuestros empleados no estaban recibiendo sus salarios completos en efectivo. Nuestro periódico simplemente no tenía el dinero. Una razón por la que me sentí obligado a permanecer en Astoria después de diciembre de 1931, fue la responsabilidad de proteger del hambre a nuestros 23 empleados. Negocié un espacio publicitario por tiquetes de alimentos en restaurantes locales, también negocié espacios publicitarios por cuartos en hoteles y pequeños apartamentos en grandes edificios de apartamentos. Había tomado más del 3 por ciento de la compensación de Krohn & Carson en vestimenta para nuestros hombres. Así fue como lo manejamos para mantenerlos vestidos, alimentados, y abrigados. Nosotros les pagábamos pequeñas cantidades de efectivo para otros gastos, pero el balance de su salario se les estaba pagando con acciones en el periódico; así que ellos eran en parte dueños. Si el periódico llegaba a poder pagar sueldos, entonces ellos recibirían sus salarios con intereses.
Cuando la huelga fue votada por primera vez en contra nuestra, el Sr. Hopkins (y creo que nuestro editor de la ciudad) hizo un viaje rápido a Seattle para apelar al jefe de distrito del sindicato, un Sr. Pelkey. Nosotros esperamos su regreso ansiosamente. Sus rostros sonrientes nos lo decían a su regreso que ellos habían tenido éxito. El Sr. Pelkey había suspendido la huelga. Él entendió la situación competitiva desesperada. Pero esto era solo una suspensión temporal, no el final del asunto.
Uno o dos meses después, los empleados de nuestra oposición de nuevo votaron a la huelga de nuestros empleados. De nuevo el Sr. Hopkins corrió Seattle. De nuevo el Sr. Pelkey anuló el voto al cese de labores. Durante el verano, los empleados de nuestro competidor lo hicieron nuevamente. Por tercera vez el Sr. Pelkey vetó la huelga.
Pero nuestros opositores simplemente cansaron al Sr. Pelkey. Por cuarta vez los hombres de la oposición votaron a los nuestros a la huelga de actividades. Esta vez el Sr. Pelkey dijo que él estaba “harto” con este pleito en Astoria, y que él dejaría que la huelga fuera oficial.
¡La huelga GOLPEA!
La fecha fue en el día del trabajo de 1932. Nuestros empleados tuvieron que enfrentar el problema de desafiar el voto de huelga y quedarse trabajando, pero ser puestos fuera del sindicato, o perder sus trabajos sin ningún prospecto de encontrar otro, en cualquier caso, su futuro entero en el negocio de la imprenta estaba arruinado. Los hombres, sin embargo, decidieron que sus futuros después de que la depresión hubiera menguado, significaban más para ellos que un trabajo inmediato.
El Sr. Hopkins trajo inmediatamente de Portland a Astoria a unos pocos impresores que no eran del sindicato laboral. Pero éstos eran inexpertos y totalmente insatisfactorios como trabajadores, y eran muy pocos. Yo nunca había operado una máquina de linotipos, aunque había estado alrededor de los cuartos de composición por 20 años. Ahora tenía que trabajar durante toda la noche con un gran esfuerzo de “caza y pica” para poner las letras.
También puse anuncios para presentar. Después de 36 horas sin dormir, finalmente sacamos el periódico, en la tarde del Día del trabajo.
Nuestro periódico de la mañana salió después que el periódico de la tarde del mismo día. ¡Pero lo sacamos! ¡De otro modo nosotros hubiéramos sido puestos fuera del negocio también!
Por tres días y tres noches el Sr. Hopkins, yo y algunos pocos hombres del diario trabajamos de corrido sin dormir. Literalmente vivimos esas 72 horas con café. Había un café abierto toda la noche cruzando la calle. ¡Los mantuvimos constantemente preparando café!
El día siguiente al día del trabajo, sacamos el periódico “empacado” a mitad de la tarde. El día siguiente para el medio día. Gradualmente íbamos ganando una hora o dos cada día, y en una semana teníamos los periódicos en la calle temprano en la mañana. Pero este era de hecho un periódico que daba lástima verlo. Salió lleno de errores tipográficos, con mala colocación de las letras. Pero estábamos luchando por mantenerlo vivo.
Inclusive, antes de la racha de 72 horas sin nada de dormir, yo había estado consistentemente perdiendo sueño en Astoria. Durante todos los 15 meses en el trabajo del periódico, tuve un promedio de 5 horas y media de sueño por noche. Yo necesitaba un mínimo de siete. Esta continua pérdida de sueño me creó una verdadera incapacidad después que finalmente regresé al ministerio en 1933.
Dos milagros asombrosos e inspiradores
Durante los 15 meses de permanencia en Astoria, Dios nos bendijo con dos increíbles milagros. En los primeros siete meses, semana a semana con mis esperanzas de poder terminar esta desviación del periódico y volver al camino principal del ministerio de Dios, la Sra. Armstrong y nuestros hijos permanecieron en la casa sobre la calle “East State” en Salem. Durante ese tiempo yo procuraba tener viajes frecuentes de fin de semana a casa, para estar con mi familia.
Finalmente, para comienzos de julio de 1932, decidimos mudar la familia para Astoria. Esto resultó de una llamada a larga distancia de mi esposa en una tarde, pidiéndome que regresara a casa de prisa. El pequeño Garner Ted estaba enfermo de neumonía. Yo conduje el coche del Messenger de regreso a Salem, llegando tarde en la noche. Los niños estaban dormidos. La Sra. Armstrong aún estaba despierta, al lado del sofá donde estaba acostado el pequeño Ted. Inmediatamente, ambos nos arrodillamos al lado de nuestro bebé enfermo. El pequeño Garner Ted tenía 2 años y 5 meses en ese entonces.
Y debo explicar aquí que él había sido mudo hasta ese tiempo, incapaz de hablar. En algún momento entre un año y 6 meses de edad, él se había caído de cabeza de su cuna sobre el piso de madera duro. Nosotros atribuíamos su inhabilidad para hablar a esta caída, aterrizando sobre su cabeza. Él señalaba cualquier cosa que él deseaba para decirnos, haciendo movimientos, y gruñendo “ahg, ahg”. Pero era incapaz de hablar una sola palabra. Nosotros nos estábamos preocupando mucho por esto.
Yo ungí a Ted y comencé a clamar las promesas de Dios para reprender la fiebre y sanarlo. Mientras yo estaba orando, la Sra. Armstrong oraba silenciosamente, pidiéndole a Dios que si era su voluntad sanar a nuestro bebé de su mudez en ese momento lo pusiera en mi mente para pedir por esto, así como también la sanidad de la neumonía.
Yo también tenía esto en mente, o Dios lo puso en mi mente, por el mismo instante en que ella estaba pidiendo esto, yo comencé a pedirle a Dios que restaurara el poder del habla de Ted.
La fiebre se fue rápidamente. El siguiente día él fue capaz de decir una buena cantidad de palabras sueltas. En tres días él estaba hablando con oraciones completas.
Después de esta experiencia, mi esposa y yo decidimos mudar a la familia inmediatamente a Astoria. Yo permanecí unos pocos días para ayudar a empacar nuestros bienes.
Después que todo estuvo empacado, yo junté a nuestras dos hijas y a Dicky (llamábamos a nuestros niños “Dicky” y “Teddy” hasta el día en que entraron a la preparatoria) en el coche y conduje hasta Astoria. La Sra. Armstrong nos siguió con Teddy en el tren. El pequeño Teddy estaba tan asustado por el tren que mi esposa tuvo algo de dificultad en ponerlo a bordo. Pero una vez adentro, relajado y tranquilo, él comenzó a hablar.
“¡Aquí vamos!”, dijo Teddy alegremente, “¡para ver a papi, a Ba-wee (Beverly), Dorsee (Dorothy) y a Dicky!” Esa fue una frase de 12 palabras, fluyendo ¡solo tres días después de que yo había orado por su salud!
Yo había hecho los arreglos para que un miembro de la iglesia, que vivía cerca de Jefferson, trasportara nuestros muebles y cosas a Astoria. Primero fuimos al hotel en Astoria. El Sr. Hopkins y yo habíamos vivido allí, negociando anuncios a cambio de habitaciones.
Pronto rentamos una casa encima de un terraplén sobre una calle, con vista sobre el amplio río Columbia. Nosotros estábamos a solo 16 kilómetros del océano en ese punto, y el poderoso Columbia se convierte en un gran río ancho en su desembocadura. Desde nuestra casa había una vista despejada directo a donde el río se une con el océano.
Para ese tiempo logré conseguir una radio portátil, negociando espacios de publicidad y tomándola como parte de mi salario. Este pequeño radio portátil recibía estaciones desde grandes distancias, inclusive mucho más lejos que los grandes y costosos aparatos modernos de hoy. Después que nuestra huelga finalmente golpeó, yo me quedaba en la oficina del periódico hasta media noche o más tarde, cerca de seis noches cada semana.
Llegando a casa a media noche o a la 1 a.m., a menudo encendía la radio para “calmar” mis nervios un poco del tenso día de negocios antes de retirarme. Cualquier noche a esa hora (lo que era alrededor de las 6 p.m. en Japón), pude coger Radio Tokio directo en onda estándar. No había ninguna obstrucción entre el espacio aéreo de nuestra casa y Japón, tan solo la amplia desembocadura del Columbia, y directo a través del océano.
También, en ese tiempo, pude “traer” claramente estaciones como wls de Chicago, wlw de Cincinnati, wsm de Nashville, who de Des Moines, en todas las cuales más tarde tuve el privilegio de transmitir.
Cazando un oso
A mi hijo Garner Ted le encanta cazar y pescar. Él podría no recordar cuando la emoción por la caza fue por primera vez implantada dentro de él, y podría leer esto ahora junto con todos nuestros lectores.
Tan pronto como Dios nos dio nuestro primer hijo, por quien mi esposa y yo habíamos esperado 11 años, yo deseaba ser un camarada para él. Yo había comenzado a llamar al pequeño Dicky, tan pronto él podía hablar, mi “camarada” (pal). Pero ahora, tan pronto como el pequeño Teddy comenzó a hablar, al oírme llamar a su hermano mayor “camarada”, él exclamó, “bueno papi, yo soy tu camarada también”.
Desde ese momento Teddy llegó a ser “el camarada dos” y Dicky “el camarada uno”.
Una de las primeras cosas que hice, después que nos trasladamos a la casa en Astoria, fue tomar a mis dos “camaradas” en una “cacería de osos”. He explicado que nuestra casa estaba asentada sobre un terraplén cuesta arriba del andén abajo. Esta colina subía en pendiente desde el gran río abajo, y continuaba cuesta arriba con un bosque espeso detrás de nuestra casa. Llevé a mis dos hijos, armados con ramas de madera como fusiles, en frecuentes “viajes de cacería” subiendo por esta pendiente boscosa, en “cacería de osos”. Los chicos gruñían como un oso, y ellos esperaban confiadamente tener a uno en la mira en cualquier momento.
El sótano de nuestra casa en Astoria estaba al nivel de la calle al frente, pero a nivel de un sótano en la parte de atrás. En Astoria, así como cuando vivíamos en Salem y Eugene, nosotros quemábamos madera para combustible. Mis hijos me ayudaban a llevar la madera cortada del sótano a la cocina. Aunque Teddy estaba hablando en oraciones completas tres días después de que su habla fuera restaurada, él no pronunciaba inmediatamente todas sus palabras como un adulto.
Nunca olvidaré sus toquidos en la puerta del sótano, él con tres o cuatro tronquitos de madera sobre sus brazos estirados, gritando: “Aban a’polta, aban a’polta, qui’vene yo”.
Nuestra hija más joven, Dorothy fastidiaba a Teddy ocasionalmente. En una de estas ocasiones, en la cocina, el pequeño Teddy se exasperó y se lanzó con los puños cerrados hacia su tormentosa hermana.
Con temor Dorothy corrió por el corredor, y subió las escaleras al segundo piso como un venado asustado, con el pequeño Teddy correteándola rojo de la ira, vociferando “¡Chica, o chica... t’voy pegar’n t’cara!”
Aparentemente Dorothy encontró refugio en una habitación y cerró la puerta.
Supongo que hemos tenido exactamente la misma experiencia que la mayoría de los padres han tenido en la crianza de los niños. La mayoría del tiempo nuestras dos hijas, con solo dos años y dos meses de diferencia, han sido las mejores compinches y compañeras, pero ellas tuvieron su porción de altercados sobre las cosas con las que la mayoría de las hermanas pelean, sobre a quién le tocaba lavar los platos, o cuando una niña se había puesto las ropas de la otra. Pero nuestros dos hijos rara vez discutían, y seguramente dos hermanos no pudieran haberse llevado mejor juntos, o ser tan cercanos el uno al otro. ¡Sus peleas eran usualmente con sus hermanas mayores!
Hay otra experiencia típica que muchos padres deberían entender. A comienzos de la temporada de compras de navidad en 1932, hice la gestión para obtener para mis niños un tren eléctrico, con varias pistas y accesorios, negociando un espacio publicitario a cambio. El precio del tren fue cargado al periódico, por supuesto como parte de mi salario porque solo una pequeña parte de los salarios podía ser pagada en efectivo. La Sra. Armstrong dijo sonriente que yo había comprado el tren eléctrico para los chicos, para que yo pudiera jugar con éste. ¡Me pregunto cuántos padres han hecho la misma cosa!
La segunda sanidad milagrosa
Fue durante la mitad del invierno, en diciembre de 1932 o enero de 1933, que Milas Helms apareció en Astoria una noche. Él finalmente me localizó alrededor de las 10 p.m. en una de las oficinas “de películas”, donde estaba recogiendo un anuncio para publicar. Su pequeño hijo, James, estaba afligido con un caso de neumonía muy serio, y estaba en una condición extremadamente crítica. Mike había conducido su camioneta todo el camino desde su finca al sur occidente de Jefferson. Él me pidió que si podía dejar todo e ir con él para ungir y orar por la salud de su hijo.
Condujimos durante toda la noche alrededor de las cerradas y heladas curvas de la montaña de la única carretera en esos días, conduciendo en una tempestad de nieve, hacia Portland, y luego unos 120 Kilómetros más para su finca.
Llegamos allí alrededor de las 5 a.m. Las lámparas de petróleo estaban aún ardiendo, y Perla, la esposa de Mike, estaba aún de pie. El pequeño James estaba jadeando por aire, con una temperatura extremadamente alta, pero aún seguía con vida. Inmediatamente nos arrodillamos al lado de su cama, yo lo ungí y clamé las promesas de Dios para sanarlo. Casi inmediatamente el chico se sumergió en un sueño, y luego todos nosotros nos acostamos para tener algo de descaso y sueño.
Nos despertamos a las 10 a.m. El pequeño James se despertó también, casi al mismo tiempo, e inmediatamente saltó fuera de la cama y comenzó a jugar alrededor del cuarto. Su temperatura era normal. Él había sido completamente sanado. Luego regresé a Astoria.
El FIN de pasar hambres
Yo he mencionado repetidamente cómo Dios me había humillado, reduciéndonos a la pobreza y privaciones, y cuánto hemos sufrido hambres a través de estos años. La mayoría del tiempo en Astoria, hasta cerca del tiempo del viaje de emergencia a la granja de los Helms, nosotros no habíamos tenido lo suficiente para comer.
He explicado en los capítulos pasados cómo después de mi conversión, yo tuve que llegar a aprender y entender una doctrina a la vez. La verdad no fue adquirida toda de una sola vez. Yo sabía que la Biblia tenía una buena cantidad que decir acerca de pagar el diezmo de los ingresos de uno. Aunque de algún modo esto nunca había llegado a ser completamente claro.
Alrededor de este tiempo, en el poco tiempo que tenía para el estudio de la Biblia y la oración en mi trabajo en el periódico, yo había hecho un estudio especial y minucioso de este asunto del diezmo. Vimos los errores que habíamos estado cometiendo e iniciamos una práctica definitiva de apartar estrictamente el diezmo. Teníamos solo un poco a la mano, pero enviamos un décimo de este más una ofrenda, al tesorero de la conferencia en Oregón.
Ese mismo día el camino fue abierto para nosotros, para así poder abastecernos en casa con una abundancia razonable de comida. Para empezar, tuvimos un grande y grueso filete. Mi esposa lo cocinó a fuego lento con los utensilios que habíamos adquirido cuando yo dediqué un año en venderlos. ¡Nunca olvidaré ese filete! ¡Había sido, por mucho, el mejor filete que alguna vez haya probado!
Aunque necesitábamos aún vivir otros 14 años en las más desprovistas y más modestas circunstancias financieras, desde ese día nunca hemos tenido que estar hambrientos ni saltarnos comidas por causa de la pobreza financiera. Hemos oído desde entonces muchas historias de experiencias de otros que fueron inmediatamente prosperados, una vez que comenzaron a diezmar. Incluso nosotros mismos, vivimos a través de esa misma experiencia. Estoy muy agradecido de haber sido privilegiado de ser el instrumento para traer a incontables otros a esa misma bendición divina. ¡Mi esposa y yo tuvimos que aprenderlo de la forma difícil!
“Dicky” se pierde
Un día de agosto o septiembre de 1932, poco antes de que Dicky tuviera 4 años de edad, él se perdió y su madre se puso frenética. Yo no estaba en casa en ese momento.
Cuando la Sra. Armstrong descubrió que él estaba perdido, y que no se hallaba en ningún lugar alrededor de la casa ni el jardín, preocupada ella empezó una búsqueda inmediata. Unos niños vecinos lo habían visto yendo al este. Un poco después junto a la calle, dos pequeños niños dijeron que él les pidió ir juntos a un parque infantil en Rose City Park, para jugar en los columpios y rodaderos.
Rose City Park estaba en Portland, ¡a más de cien millas de distancia! Después de correr, ya sin aliento y una buena distancia más allá del final de nuestra calle, y hacia la autopista en Portland, sin haberlo encontrado ella regresó a casa. Él no había estado ausente lo suficiente como para poder haber ido más allá de la autopista. Ahora un terrible pensamiento agarró a mi esposa: “¡Qué si el pequeño Dicky se había desviado para el banco del río y se hubiera caído en el río!”
Ella recorrió sus pasos de regreso, medio corriendo, medio caminando y sin aliento, ella comenzó a seguir el río por el banco occidental. Finalmente ella lo encontró, tratando de regresar a casa caminando por el banco del río. Cuando los dos niños se rehusaron ir a Rose City Park con él, Dicky había decidido que no quería ir solo, e inició el regreso a casa por el camino del banco del río. ¡Él suponía que pronto podría llegar caminando a Rose City Park!
A menudo me pregunto cómo (cualquiera de los millones de hombres en la Tierra), sobrevivimos a los peligros de la infancia y vivimos para ser hombres, ¡a menos que Dios haya asignado un ángel para vigilar invisiblemente a todo niño y evitar que sufra daños físicos y tragedias!
Mientras estábamos en Astoria, recibí una carta del anciano Taylor. Solo una carta, en ese año y cuarto. Me dijo, “hemos perdido la pequeña iglesia” en Eugene. Los hermanos, dijo, no habían podido mantener los pagos. Cuando finalmente regresé al Valle, aprendí cómo realmente nosotros lo habíamos perdido. El Sr. Taylor la había cambiado por una casa y un lote más vendibles al lado. Luego la había cambiado, con otro lugar que había adquirido, por una granja en una isla. Pero más de esto en el momento adecuado, más tarde.
Nuestras oraciones son finalmente respondidas
Un día, a finales de febrero de 1933, Mike Helms condujo su camioneta a nuestra casa. Él había venido de regreso para llevarnos al Valle. La conferencia de la iglesia había acumulado entonces un pequeño balance. Mike era ahora presidente de la conferencia. Él dijo que podrían pagarnos solo 3 dólares por semana, pero los hermanos de las granjas nos proveerían de vegetales, y los miembros comprarían otros alimentos para nosotros.
Detrás de él, decía, venía uno de los hombres del Valle con un gran camión para trasportar nuestra pequeña cantidad de muebles y provisiones de regreso al Valle.
Al final Dios había respondido nuestras oraciones al permitirme ser puesto de regreso en Su ministerio. La Sra. Armstrong entró al camión con el Sr. Helms, y condujeron al centro en busca mía. Yo estaba lleno de gozo por las noticias.
Nosotros estuvimos prácticamente toda la noche empacando y alistándonos para el tedioso viaje de regreso al Valle. Al siguiente día salimos.
Todos los empleados del periódico por los que sentía una responsabilidad de mantenerlos vivos, con la excepción del Sr. Hopkins y dos o tres hombres de noticias, se habían salido desde hacía tiempo, de cualquier manera. Ya no sentía ninguna obligación de permanecer ni un día más.
Un par de meses o menos, después de nuestra partida, oí que el Morning Messenger (Mensajero de la mañana), el cual había llegado a ser el Morning Mess (Desorden de la mañana), había cerrado sus puertas. Yo lo había mantenido vivo por 15 meses. Había aprendido una lección valiosa, y recolectado una experiencia valiosa. ▪
Capítulo 28: De vuelta al ministerio
Continuará...