La Trompeta
Autobiografía de Herbert W. Armstrong: Asombrosas respuestas de oración
Continuación de El negocio de arcilla de “un millón de dólares”
Nunca en mi vida había enfrentado un problema más serio que la situación que atravesamos al comienzo del año 1930. No solo estuvimos enfrentando otro año flaco económicamente, con nuestra propia condición financiera hasta el punto más bajo, con la nación entera desplomándose, cayendo y CAYENDO hasta las profundidades de la depresión, sino que parecía también como si estuviéramos desprovistos de la fe en Dios.
Estábamos a seis semanas del nacimiento de nuestro cuarto hijo. Mi esposa, que había sido tan milagrosamente sanada en 1927, estaba ahora en una condición alarmante. Estaba anémica, su sangre estaba carente de hierro y su fuerza había desaparecido. El doctor estaba definitivamente alarmado. Él estaba temeroso de complicaciones en el momento del parto, debido a su condición debilitada. Él insistió que ella fuera a un hospital donde todos los recursos de emergencia estarían disponibles en caso de un problema.
La lección de oración y ayuno
Pero habíamos estado en tal depresión financiera que la cuenta del hospital por el nacimiento de nuestro primer hijo, no había sido pagada. El hospital no admitiría a mi esposa una vez más hasta que la cuenta anterior fuese pagada, o que pagáramos por adelantado.
Había orado por el restablecimiento de la señora Armstrong. Pero ella no había sido sanada. ¡Había orado una y otra vez! Pero no había mejoría, y el tiempo estaba corriendo. Estábamos entrando en desesperación.
¿Qué estaba mal? Yo había aprendido que Dios sana. Habíamos experimentado milagros casi increíbles. Mi esposa había sido sanada antes. ¿Pero por qué no ahora?
Obviamente Dios no había cambiado, Él es el mismo desde la eternidad hasta la eternidad. Él ha prometido sanar y ¡Su palabra es segura! La falta no podría estar en Dios. Sabía que tenía que estar en mí. ¿Pero dónde? “Busqué en mi corazón”. Una condición para recibir sanidad milagrosa es que obedezcamos a Dios.
“Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos…” (1 Juan 3:22).
Pero yo me había rendido a obedecer los mandamientos de Dios tres años antes. La fe es la segunda condición. Pero yo sí creía, tan firmemente como cuando Dios por primera vez sanó a mi esposa.
No había más tiempo que perder. Tenía que encontrar la respuesta. Sabía de solo una vía. ¡Ayuno y oración! Era el último recurso. No sabía cómo uno debía ayunar y orar, nunca lo había hecho antes. Pero cuando los discípulos de Jesús fueron incapaces de expulsar a un demonio, Jesús dijo que tal resultado viene solamente a través de ayuno y oración. Entonces comencé a ayunar.
El ayuno comenzó el sábado en la mañana. Esa mañana no tomé desayuno. No sabiendo cómo se debe ayunar ni orar, yo primero oré y le pedí a Dios que me mostrara el camino y que abriera mi entendimiento. Entonces, dado que Dios nos habla a través de Su Palabra escrita, comencé a buscar en la Biblia instrucción acerca del ayuno. Por una hora, con la ayuda de una concordancia, estudié pasajes en la Escritura sobre el tema de ayuno y oración, la mayoría del tiempo sobre mis rodillas.
Luego por una hora me senté en meditación y contemplación, repasé en mi mente las escrituras que había leído y reflexioné sobre mi propia vida en los últimos meses. Traté de compararla con el camino de Dios, tal como estaba revelado en las Escrituras. Luego pasé la siguiente hora hablando con Dios, en oración.
Y entonces decidí continuar en este orden, una hora de estudio bíblico, una de meditación y una de oración. Hasta el momento, no le pedí ni una vez a Dios que sanara a mi esposa. Ya había estado haciendo eso por semanas, pero sin resultado. Estaba ayunando y orando, no con el propósito de presionar a Dios para forzarlo a obedecer mi voluntad y darme lo que había pedido, ¡sino para encontrar lo que estaba mal conmigo! Me di cuenta que no necesitamos hostigar a Dios. ¡NUNCA ayune con el propósito de inducir a Dios para que responda!
Leí la oración de Elías en presencia de todos los sacerdotes de Baal cuando Dios respondió y fuego descendió del cielo. Medí el tiempo de esa oración y fue muy corta; solamente alrededor de 20 segundos. ¡Pero la impresionante respuesta vino con estruendo desde el cielo instantáneamente! Elías no necesitó hablar a Dios a través de una oración larga o a través de oraciones repetidas. Pero yo sabía que Elías en ese momento estaba cerca a Dios; ¡él previamente había estado pasando horas en largas oraciones para estar en contacto y comunicación cercana con Su Creador! Y él naturalmente ¡sabía que su Creador respondería!
Gradualmente la verdad comenzó a penetrar a través de la niebla en mi mente. Gradualmente, mientras este proceso de ayuno y oración continuó todo el día, hasta la tarde del domingo, mientras estaba más y más hambriento, pero más y más cerca de Dios, el entendimiento vino, me di cuenta que había estado enfocando mi mente más y más completamente en aquel proyecto de la arcilla.
Descubriendo el problema
Esta experiencia de ayuno y oración, y el resultado sobrecogedor, ha sido difundida al aire y probablemente previamente narrada en La Pura Verdad. Pero es una de las experiencias excepcionales en mi vida y propiamente pertenece a este relato, aunque sea una repetición para muchos lectores.
Este proceso de auto-examinación, en el orden de una hora de estudio bíblico, seguido por una hora de reflexión y meditación, y luego una hora de oración bajo la debilidad desagradable del ayuno, continuó hasta la mitad de la tarde del Domingo.
De repente escuche a una de nuestras hijas gritar: “¡Ahí vienen el abuelo y la abuela!”
Mi padre y mi madre llegaron en su sedan Ford de dos puertas, hasta la entrada de nuestro garaje. En ese momento estaba descansando sobre la cama en nuestra habitación, en una hora de meditación y reflexión. Para este momento ya SABÍA en dónde había estado el problema. Me di cuenta completamente que había estado tan involucrado en ese proyecto del barro, en el desarrollo de fórmulas, diseñando planes de mercadeo y vendiendo bastante del producto a tiendas de belleza para librarnos del hambre, que todo eso había estado inconscientemente alejándome de la previa relación cercana con Dios.
No había detenido el estudio Bíblico ni la oración. Ni siquiera me había dado cuenta que había estado disminuyéndolo. Pero de inmediato me di cuenta que verdaderamente estaba más cerca a este proyecto del barro, que lo que estaba de Dios. Era lo primero en mi mente, en mis intereses, y en mi tiempo. ¡Y a Dios no le gusta ocupar segundo lugar!
Me pregunto, en tanto que escribo, cuántos de mis lectores están más involucrados en sus intereses, en sus corazones, en algunos negocios materiales, proyecto u otros intereses, ¡que lo que están con Dios! Probablemente la mayoría de ustedes que están leyendo esto necesitan lo que Dios me llevó a hacer.
Me di cuenta ahora que Dios había rehusado responder mis oraciones. Y en Su misericordia, en Su sabiduría y Su amor por mí y mi familia, me constriñó a ayunar y orar, para darme cuenta dónde estaba inconscientemente desviándome.
Pero en un destello, cuando escuché el motor del carro de mi padre a través de la ventana del cuarto, ¡me vino el entendimiento de que la misión del ayuno estaba cumplida! ¡Que ya no era necesario continuarlo! Que debía terminarlo y salir a saludar a mis padres.
Y entonces, en una oración corta no más larga que la de Elías, pero con profundo ahínco y fe absoluta, ahora por primera vez durante éste ayuno, le pedí a Dios que sanara a mi esposa y pusiera hierro en su sangre y le diera la fuerza necesaria. Como un flash vino a mi mente que estábamos completamente desprovistos de comida, sin leña como combustible para mantener el calor (en enero), entonces le pedí a Él que nos enviara alimento y combustible. Le pedí que enviara dinero para la cuenta del hospital por el nacimiento del bebé. Rápidamente pensé en mi abrigo de invierno, que tenía un gran agujero en la parte trasera de una cadera, lo cual era bochornoso y un obstáculo en mi trabajo, y le pedí a Dios por un nuevo abrigo.
El pedirle a Dios por estas 5 cosas había tomado menos de un minuto. Pero por ese instante mis padres estaban bajándose del carro y yo quería salir a encontrarlos. Dos escrituras alumbraron en mi mente:
“…Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8).
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).
Entonces rápidamente finalicé mi oración diciendo, “Padre que estés en el cielo, tu sabes lo que necesito, antes que pida, y tú has prometido suplir toda necesidad, así que te pido que suplas cualquier cosa que necesite”. Luego rápidamente agradecí a Dios por ello, me levanté y corrí a saludar a mis padres.
¡…Y las respuestas ASOMBROSAS llegaron!
Papá estaba justo, sacando del carro, y pasándole a mi Madre un gran asador y luego amontonando un montón de leña. Él había quitado la silla trasera antes de salir de Salem y recogió en toda la parte trasera del carro una gran provisión de madera.
Pronto tuvimos fuego en la estufa de la cocina y mi Madre recalentó una gran y suculenta cena que había traído en el asador. Papá había logrado recoger cerca de una semana de suministro de leña en su carro. Así que, aún mientras estaba pidiendo por ello, ya estaban las respuestas a dos de mis peticiones de oración, el apremiante combustible y la comida.
¡En el amanecer del lunes, las mejillas de mi esposa estaban sonrosadas! Cuando el doctor la vio, exclamó: “¡Qué te ha sucedido!” Él no podía entender como su anemia había de repente desaparecido. Ella tenía su antigua energía, empuje y fortaleza. (La Sra. Armstrong siempre fue una persona energética, como mencioné antes, sus hermanos la habían apodado de varias formas “Estampida” y “Ciclón” cuando era una niña).
La primerísima entrega de correo después de mi petición de oración, en esa mañana del lunes, trajo una carta de una de las tías de mi esposa en Iowa conteniendo lo más inesperado, una póliza de seguro del testamento de su madre ¡con la cantidad exacta de la cuenta del hospital! La madre de mi esposa había muerto cuando ella tenía 12 años de edad.
Usted puede estar seguro que la Sra. Armstrong y yo estábamos sobrecogidos con gratitud. Nuestras oraciones esa mañana fueron todas de agradecimiento a un Dios que es real y está cerca a cada uno de nosotros, ¡si queremos estar cerca de Él!
Pero el lunes fue otro día de negocios en el centro de Portland, y era necesario hacer las rondas a algunos de los salones de belleza una vez más para vender más arcilla. Llegando a la recepción de un edificio de oficinas removía mi abrigo, y cuidadosamente lo doblaba para esconder el gran hoyo en el lado, colgándolo sobre mi brazo, y después entraba a la tienda u oficina donde tenía que hacer un llamado de ventas.
Cerca de las 11 de esa mañana me encontraba al otro lado de la calle del edificio de la compañía de gas, donde mi hermano Russell era un auxiliar de información, entonces crucé y conversamos por un par de minutos.
“Herb”, dijo Russell de repente, viendo el hoyo en mi abrigo, “Tú necesitas otro abrigo. Meier & Frank tienen una gran promoción de abrigos; hoy es 20 de enero y yo tengo una cuenta a mi cargo en Meier & Frank y no he comprado nada, hoy no hay que pagar hasta el primero de marzo, y yo tendré hasta el 10 de marzo para pagar y mantener mi buen crédito. Debes ir ahora y seleccionar un abrigo, te veré allá al medio día y lo cargaré a mi cuenta”.
“Oh, no, Russ,” protesté, “no puedo permitir que hagas esto”.
Pero de repente, mientras continuaba protestando, pareció como si por un instante, una pequeña voz interior me dijo: “¿No le pediste a Dios que te diera un nuevo abrigo? ¿Estás dispuesto a recibirlo en la forma en que Dios lo da, o no?”
Es de la naturaleza humana rebelarse contra la manera de Dios. Queremos hacer las cosas en una forma diferente a la que Dios manda. Queremos vivir un camino diferente de la ley de Dios. Detuve inmediatamente la protesta.
“Está bien, Russ”, sonreí humildemente y con gratitud, “Seleccionaré un abrigo, ¡un millón de gracias!” Mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
Fue humillante recibir este abrigo de mi hermano. Sentí que él no podía costearlo. Pero me di cuenta que era una respuesta de Dios, viniendo de la forma que Dios había escogido responder a mi oración. Él todavía estaba humillándome. Pero esto fue bueno para mí, y verdaderamente, dar el abrigo fue bueno para mi hermano. Humanamente, esto simplemente no parecía ser así.
El martes o miércoles de esa semana mi otro hermano, Dwight, condujo su carro Ford hasta nuestra casa.
“Herb, estaba pensando”, dijo Dwight, “Tú tendrás que llevar a Loma al hospital a cualquier hora inesperada del día o de la noche. Traje mi carro para ti. Voy a dejártelo hasta que vayas al hospital y mientras tanto úsalo como si fuera tuyo”.
Pienso que fue el jueves en la tarde que la Sra. Armstrong y yo estábamos sentados en nuestra habitación revisando lo que había sucedido y agradeciendo a Dios, eran cerca de las 3 en punto.
“Tú sabes que nunca había pensado en necesitar un carro para un repentino viaje de emergencia al hospital”, dije, “Pero le pedí a Dios que me enviara cualquier otra cosa que necesitara, además de lo que le había pedido específicamente, y Él lo envió”.
“Solo hay una cosa más que podría necesitar”, caviló mi esposa. “No había pensado en esto antes, pero no tengo bata ni pantuflas para usar en el hospital. Si las tuviera toda necesidad estaría cubierta”.
No le pusimos atención a eso.
Pero esa tarde, el esposo de mi hermana la llevó a nuestra casa. Ella parecía muy avergonzada y un poco azarada.
“Loma,” dijo ella, “No entiendo todo esto, y tu puedes pensar que estoy loca. Pero esta tarde, cerca de las 3 en punto, algo extraño me sucedió, una urgencia insistente de ir a mi habitación y orar. Y mientras estaba orando algo vino a mi mente, simplemente como una voz diciendo: ‘¡Lleva tu bata y pantuflas a Loma!’ ‘¡Lleva tu bata y pantuflas a Loma!’ ¡No lo entendí! Nunca antes había tenido una experiencia como esa. Tu puedes pensar que estoy loca, pero simplemente tenía que traerte esto”.
Entonces le explicamos cómo Dios había respondido a mi oración, y cómo, en ese preciso momento esa tarde habíamos estado hablando acerca de esa misma necesidad latente, la bata y las pantuflas.
Realmente, ¡Dios mueve en formas misteriosas Sus maravillas para llevarlas a cabo!
Nace Garner Ted
Fue solo un poco más de dos semanas más tarde que el préstamo del carro de Dwight fue justificado y llevé con urgencia a mi esposa al hospital.
El noveno día de febrero, un domingo, mi segundo hijo varón nació.
Mi esposa lo llamó Garner Ted. El nombre Garner había sido un nombre de Familia en su familia y en la familia de su madre por generaciones. Su abuela materna era una Garner antes de casarse. A muchos hombres en la familia los habían llamado Garner como un primer nombre.
La señora Armstrong había conocido un hombre joven e inteligente en la universidad en Iowa con el nombre de Ted, a quien ella admiraba enormemente. El nombre parecía “tan corto, simple y directo”. Dijo ella.
Él fue nuestro cuarto hijo.
Durante 11 años de matrimonio, me había sido negado tener un hijo. Después de la primera sanación milagrosa de la Sra. Armstrong, en 1927, sabía que, a pesar de las advertencias de tres doctores, podríamos tener otro hijo sin temor o consecuencias fatales. Dios nos había bendecido con nuestro primer hijo, Richard David, el 23 de octubre de 1928. Ese día fue el día más feliz de mi vida. Estaba lleno y rebosante de gratitud por tener un hijo después de todos esos años; un regalo de Dios.
Pero ahora, un año y cuatro meses más tarde, Dios nos bendijo con un segundo hijo. Ted también nació como resultado de un milagro de sanación casi increíble, ¡justo tres semanas antes de su nacimiento! ▪
Capítulo 23: Preludio al ministerio
Continúa en Preludio al ministerio